Hoy queremos compartir con todos vosotros este precioso poema de uno de los escritores más importantes de la literatura española. Un poeta, Pedro Salinas, que con este poema, nos muestra con palabras lo que tantas y tantas veces hemos escrito en nuestra web, que a pesar de la desmemoria, del pozo oscuro del olvido en el que están encerrados todos los afectados por el mal de alzhéimer, hay una memoria del amor, del afecto, del tacto, del olor, que nunca se pierde, que nunca será arrastrada a las tinieblas de la ausencia de recuerdos.
Las manos acarician los retazos de vida que las palabras ya no pueden recordar ni pronunciar.
Preciso poema, pero más hermoso aún el saber que a pesar de todo, aún quedan sentimientos, emociones, vivencias que nunca conseguirá robarnos la desmemoria.
LA MEMORIA EN LAS MANOS…
Hoy son las manos la memoria.
El alma no se acuerda, está dolida
de tanto recordar. Pero en las manos
queda el recuerdo de lo que han tenido.
Recuerdo de una piedra
que hubo junto a un arroyo
y que cogimos distraídamente
sin darnos cuenta de nuestra ventura.
Pero su peso áspero,
sentir nos hace que por fin cogimos
el fruto más hermoso de los tiempos.
A tiempo sabe
el peso de una piedra entre las manos.
En una piedra está
la paciencia del mundo, madurada despacio.
Incalculable suma
de días y de noches, sol y agua
la que costó esta forma torpe y dura
que acariciar no sabe y acompaña
tan sólo con su peso, oscuramente.
Se estuvo siempre quieta,
sin buscar, encerrada,
en una voluntad densa y constante
de no volar como la mariposa,
de no ser bella, como el lirio,
para salvar de envidias su pureza.
¡Cuántos esbeltos lirios, cuántas gráciles
libélulas se han muerto, allí, a su lado
por correr tanto hacia la primavera!
Ella supo esperar sin pedir nada
más que la eternidad de su ser puro.
Por renunciar al pétalo, y al vuelo,
está viva y me enseña
que un amor debe estarse quizá quieto, muy quieto,
soltar las falsas alas de la prisa,
y derrotar así su propia muerte.