
A medida que avanza una demencia, pueden aparecer dificultades en la gestión del dinero: confusión con los billetes, olvidos de pagos, desconfianza hacia los familiares o incluso una fuerte obsesión por el control económico. Estos cambios no son caprichos, sino síntomas del deterioro cognitivo, especialmente cuando se ven afectadas funciones como la memoria, el juicio o la capacidad de planificación.
Para las familias, esta situación puede ser muy delicada. Por un lado, quieren proteger al familiar y evitar fraudes o pérdidas; por otro, desean respetar su autonomía y evitar discusiones. Encontrar el equilibrio entre ambos aspectos requiere comprensión, paciencia y algunas estrategias prácticas.
Por qué ocurre
El dinero suele tener un valor simbólico muy fuerte: representa independencia, control y seguridad. Cuando la persona empieza a perder facultades y nota que otros gestionan sus cuentas, puede sentir que pierde parte de su identidad o de su papel dentro de la familia.
Por eso, no es raro que aparezcan frases como: “me han robado”, “yo quiero seguir pagando mis cosas”, “no me fío de nadie con mi dinero”... Estas ideas, aunque dolorosas, son parte del proceso y no deben interpretarse como desconfianza real hacia los familiares, sino como una forma de expresar miedo y necesidad de control.
Pautas para los familiares
- Mantén la calma y evita discutir. No intentes convencerle con argumentos racionales. Si dice que le han robado, escúchale y valida su emoción (“Entiendo que te preocupe eso”) antes de ofrecer explicaciones.
- Valida, no corrijas. En lugar de decir “Eso no es verdad”, es preferible algo como:
“Vamos a revisar juntos, seguro que lo aclaramos.”
Así reduces la ansiedad sin entrar en conflicto.
- Reduce el acceso progresivamente. Guarda grandes cantidades de dinero fuera de su alcance, deja a su disposición una pequeña cantidad simbólica para gastos cotidianos o “por si acaso”, si usa tarjeta, puede ser útil limitar el saldo o retirar el PIN.
- Respeta su necesidad de participar. Aunque ya no pueda gestionar sus cuentas, puede seguir implicado: acompañarle a hacer pequeños pagos, enseñarle los tickets, o pedirle opinión en decisiones sencillas. Eso mantiene su sentido de dignidad y pertenencia.
- Planifica legalmente. Cuando la capacidad de gestión se ve comprometida, conviene valorar figuras legales como la curatela o el poder notarial preventivo, para garantizar que su dinero esté protegido sin generar conflictos familiares.
- Informa a todos los cuidadores. Si hay más familiares o personal implicado, es importante que todos sigan el mismo criterio. Cambiar las normas o permitir excepciones suele aumentar la desconfianza del paciente.
- Cuida el tono emocional. No se trata solo de proteger el dinero, sino de proteger el vínculo. Una conversación sobre dinero puede ser el escenario de un miedo más profundo: perder el control sobre la propia vida.
La obsesión por el dinero no es un rasgo de carácter: es un síntoma del proceso neurodegenerativo. Lo más importante no es convencer, sino acompañar con calma y empatía. El objetivo es que la persona se sienta segura, respetada y partícipe, aunque su capacidad real de gestión sea limitada.
Ayudar a una persona con demencia a manejar su dinero no significa quitarle autonomía, sino adaptarla a sus capacidades actuales. Con estrategias adecuadas y una comunicación empática, es posible mantener su dignidad y evitar sufrimiento innecesario —tanto para ella como para la familia.