Hoy vamos a dedicar la entrada diaria a un monográfico relacionado con EL ALZHEIMER Y LA INFANCIA.
Cualquiera que lea esto podrá pensar que hemos perdido la perspectiva, ya que el mal de alzhéimer siempre se ha relacionado con la tercera edad y la vejez.
Es evidente que esta enfermedad nunca va a afectar a un infante, ni a un adolescente, ni a una persona joven, pero el alzhéimer y las demencias son enfermedades que extienden su daño mucho más allá del enfermo que las padece. Es una dolencia con una compleja red de “Afectados Indirectos”, que sufren las consecuencias al mismo tiempo que el enfermo.
Uno de esos “Afectados indirectos” son la población infantil, niñas y niños que ven como sus abuelos y abuelas ya no son lo que eran, que observan día a día el deterioro, que miran con una mezcla de incomprensión y tristeza como sus padres y madres lloran en silencio por la enfermedad del abuelo o la abuela.
Es por eso imprescindible y necesario explicar a los niños lo que le está sucediendo a sus abuelos, hacerles partícipes de los síntomas y de los momentos de la enfermedad por los que pasarán sus abuelos, no solo como una manera de mitigar la angustia que les produce el no comprender lo que pasa, sino porque la personalidad infantil, la espontaneidad, la sinceridad y la alegría innata de esta etapa de la vida, en muchas ocasiones es la mejor medicina para ayudar a sobrellevar algunos problemas de conducta del enfermo.
No es raro encontrarse a lo largo de la práctica clínica, casos en los que los nietos manejan mejor al enfermo que sus propios padres. Cosas tan básicas como convencer al enfermo para que coma, que para un cuidador adulto pueden convertirse en un auténtico suplicio, se hacen sencillas y fáciles para un niño o una niña.
Por eso es tan importante implicar a los hijos en el cuidado del abuelo o la abuela enferma, a parte de los numerosos beneficios terapéuticos que esto supone.
No hay nada más reconfortante para un enfermo que poder disfrutar de la alegría y la ingenuidad infantil de sus nietos. En las sonrisas sinceras, en los juegos de la infancia, en la espontaneidad de un abrazo y un beso infantil a veces se encuentra el remedio natural a situaciones conflictivas para el cuidador adulto.
Los dos artículos que hoy os presentamos avalan y refutan este concepto. Esperemos que ayuden a reflexionar a todos aquellos que tiene a su cargo a un enfermo de Alzhéimer o cualquier otra demencia afín.