Eleanor no sabía qué le pasaba a la abuela. Siempre se olvidaba de las cosas, como dónde había puesto el azúcar, cuándo tenía que pagar las facturas y a qué hora debía estar lista para que la recogieran antes de ir al supermercado.
-¿Qué le pasa a la abuela? -preguntó Eleanor-. Era tan ordenada... Ahora parece triste y perdida y no recuerda las cosas.
-Lo que pasa es que está envejeciendo -dijo su madre-. Ahora necesita mucho amor.
-¿Cómo es ser viejo? -preguntó Eleanor-. ¿Nos olvidamos todos de las cosas? ¿yo también me olvidaré?
-No todos nos olvidamos de las cosas al envejecer, Eleanor. Pensamos que la abuela puede tener la enfermedad de Alzheimer, y eso hace que se olvide más. Quizá debamos ingresarla en una residencia de ancianos para que tenga el cuidado apropiado que necesita.
-¡Ay, mamá! ¡Eso es terrible! Echará mucho de menos su casa, ¿verdad?
-Quizá, pero no podemos hacer otra cosa. Allí estará bien cuidada, y hará nuevos amigos.
Eleanor parecía apenada. No le gustaba nada la idea.
-¿Podremos ir a verla a menudo? -preguntó-. Echaré de menos hablar con la abuela, aunque se olvide de las cosas.
-Iremos los fines de semana -contestó la madre-, y le llevaremos un regalo.
Eleanor sonrió.