Las caricias reconfortan a todos, parece obvio, pero a veces no se tiene en cuenta su gran beneficio terapéutico. Así lo reivindica Jordi Montero, el jefe de Neurofisiología del Hospital de Bellvitge de L’Hospitalet de Llobregat, en Barcelona, que destaca el potencial que tiene el contacto para mejorar la comunicación emocional entre pacientes y médicos o allegados.
Así, un simple contacto es capaz de activar unos neuroreceptores en la piel que transportan sensaciones a las áreas cerebrales límbicas, que son las que regulan las emociones. La experiencia y el día a día y también la neurociencia cognitiva corroboran los beneficios de una caricia.
Diversos estudios, recuerda Montero, han logrado describir las alteraciones neurológicas de un contacto de este tipo. Los neuroreceptores en la piel son propios de los mamíferos y consiguen de manera inconsciente convertirse en una perfecta sesión afectiva, detalla el neurólogo catalán.
Su beneficio, sin embargo, es difícil de cuantificar. Se sabe, eso sí, que las caricias tienen resultados terapéuticos cuando se hacen en las partes peludas de la piel. En la palma de la mano, por ejemplo, no dan una sensación reconfortante.
A la práctica, Montero pone el ejemplo de cómo la caricia de una madre a un bebé puede ser el mejor tratamiento para calmarlo o como un suave roce con la mano puede paliar un dolor. Los ejemplos, sin embargo, van más allá. Las caricias «también permiten hacer llegar estímulos afectivos a pacientes en cuidados intensivos, con alteraciones de conciencia o con demencia», añade.
«Por mucho alzheimer que tenga una persona, entiende y agradece una caricia», explica al tiempo que detalla que también es «muy probable que las personas que están en coma las puedan notar», asegura.
«Es gratuita y muy efectiva»
«El enfermo tiene que ser tocado y acariciado, con respeto y cariño», asegura Montero, que incide en que la caricia «es una arma de comunicación gratuita y muy útil y efectiva que el personal sanitario utiliza habitualmente pero que todavía tiene que fomentarse más».
En esta línea, Montero cree que «el cuidado emocional en un hospital tiene que estar muchas veces por delante de otros aspectos aparentemente más importantes desde el punto de vista técnico». «Me gustaría que todos los profesionales del hospital fueran conscientes de la importancia de incorporarlas a su trabajo diario», sentencia.
Montero , que lleva 41 años en el área de neurología del hospital, expuso precisamente su defensa a la caricia ayer en una conferencia en Bellvitge con motivo de su jubilación en una sala que se llenó por la presencia de muchos de sus compañeros, a quien les animó a «acercarse a los pacientes y tocarlos» para ayudarlos a estar mejor.