Durante el sueño, especialmente en las fases profundas, el cerebro realiza funciones esenciales para su mantenimiento, como la eliminación de toxinas acumuladas, incluida la proteína beta-amiloide, vinculada al Alzheimer. Además, el sueño facilita la consolidación de la memoria, la regulación emocional y la reparación neuronal.
Sueño y riesgo de demencia
La evidencia científica muestra que las personas con problemas crónicos para dormir, como insomnio o apnea obstructiva del sueño, tienen un mayor riesgo de desarrollar deterioro cognitivo y demencia. La falta de sueño puede aumentar la inflamación cerebral, el estrés oxidativo y la acumulación de proteínas dañinas.
Por otro lado, la demencia también puede alterar los patrones de sueño, generando un círculo vicioso que empeora los síntomas cognitivos y conductuales.
Mejorar la calidad del sueño para cuidar el cerebro
Fomentar hábitos saludables de sueño es una estrategia clave para la prevención y el cuidado en personas con demencia o en riesgo. Algunas recomendaciones útiles incluyen:
- Mantener horarios regulares para acostarse y levantarse.
- Crear un ambiente tranquilo, oscuro y cómodo para dormir.
- Evitar el consumo de cafeína, alcohol o comidas copiosas antes de dormir.
- Limitar el uso de pantallas al menos una hora antes de acostarse.
- Realizar ejercicio físico regularmente, pero no justo antes de dormir.
¿Qué hacer si hay problemas de sueño?
Si las dificultades para dormir son persistentes, es recomendable consultar con profesionales para evaluar posibles causas como apnea del sueño o efectos secundarios de medicamentos, y recibir un tratamiento adecuado.
El sueño no es solo un descanso, sino una parte activa del cuidado cerebral. Mantener una buena higiene del sueño puede ser una herramienta eficaz para proteger nuestra mente y mejorar la calidad de vida de quienes viven con demencia.

