
Todos sabemos que durante el verano debemos beber más, las altas temperaturas aumentan el riesgo de deshidratación, especialmente en personas mayores. En el caso de los enfermos de Alzheimer, esta situación se vuelve aún más crítica debido a las alteraciones cognitivas que no solo afectan a su percepción de sed, memoria y capacidad para cuidarse a sí mismos.
Eso lo tenemos todos más o menos claro, pero… ¿sabías que la deshidratación puede agravar los síntomas del Alzheimer?. La falta de agua en el cuerpo afecta el funcionamiento cerebral, lo que puede provocar mayor confusión, irritabilidad, somnolencia e incluso delirios. Además, puede generar problemas físicos como estreñimiento, infecciones urinarias y caídas debido a mareos o debilidad muscular. En personas con Alzheimer, que ya presentan un estado de salud frágil, estos efectos pueden desencadenar complicaciones graves e incluso hospitalizaciones.
Una de las principales dificultades es que muchos pacientes no recuerdan beber agua o no reconocen que tienen sed. Por ello, es fundamental que los cuidadores estemos atentos y ofrezcamos líquidos con frecuencia, incluso cuando la persona no lo pida. Adaptar la dieta a la estación e incorporar frutas ricas en agua como sandía, melón o naranjas, así como sopas frías o infusiones suaves, también puede ayudar a mantener una hidratación adecuada.
Es recomendable establecer rutinas claras y visuales que incluyan momentos para beber agua, y usar vasos de colores llamativos o botellas accesibles que llamen la atención del paciente incluso colocar notas recordando beber. Supervisar el consumo diario y adaptarlo a las necesidades individuales también es clave para poder detectar el problema a tiempo.