Puede parecer algo bueno, mientras más tarde el frio mejor estamos, pero en realidad esta inestabilidad no nos sienta nada bien a ningún cuerpo, pero en el caso de los enfermos de Alzheimer es aún peor, ya sabéis que la variación de presión atmosférica le afecta mucho a este tipo de pacientes, necesitamos estabilidad, queremos que llegue ya el otoño de verdad.
Aunque con el frio nos volvemos más frágiles, y no es solo una visión subjetiva que podamos aplicar a nuestros pacientes o personas mayores, es que la fragilidad es un término médico. Es considerada un síndrome geriátrico caracterizado por debilidad muscular, sarcopenia y fatiga, anormalidades en el metabolismo energético, disfunción inmune, inflamación y regulación endocrina . Convirtiéndola así en uno de los problemas más relevantes del envejecimiento
El deterioro cognitivo, independientemente del diagnóstico clínico específico (ej. demencia, deterioro cognitivo leve), se reconoce como un potencial contribuyente a la vulnerabilidad de las personas mayores, con lo que nos encontramos que los enfermos de Alzheimer son potencialmente más frágiles
La fragilidad tiene varios indicadores entre los que se incluyen el estado nutricional, la función física, la función cognitiva, el estado de ánimo, la actividad física y la movilidad. Si con la llegada del frio reducimos la actividad física y la movilidad, directamente aumenta los niveles de fragilidad, por eso, es muy importante hacer hincapié a nuestros pacientes y a sus familias, que deben aumentar un poco el ejercicio, huir del sillón y la pereza y caminar un poco más.
