Y es que ya os he comentado en multitud de ocasiones que cualquier acto cotidiano es susceptible de convertirse en una sesión de terapia estupenda y para muestra un botón…
No solo hicimos ejercicio físico recogiendo los limones, sino que el tacto, la vista y el olfato los estimulamos mientras elaborábamos nuestra deliciosa limonada. Por no hablar del gusto, que ese fue el sentido más estimulado con la acidez extraordinaria de nuestra bebida terapéutica.
Una sesión muy completa y estimulante, donde un gesto sencillo se convierte en una clase de reminiscencia recordando recetas y momentos vividos alrededor de un limonero.
Incluso hemos estado jugando al “peso justo” donde intentábamos adivinar el peso exacto de los limones, como veis lo que nos sobra es imaginación, nu8nca un limón dio tanto de si…
Marina Preciado Hortigón. Fisioterapeuta de Alzhéimer “Tierra de Barros”