En psicología se entiende por memoria afectiva “el sentimiento con una carga emocional especial que reaparece cada vez que se recuerda una experiencia previa significativa.”
Partiendo de esta definición, tenemos que tener siempre presente que un enfermo con demencia, del tipo que sea, lo último que pierde es este tipo de memoria del afecto.
No recuerdan cosas tan simples como su nombre, o como llevarse la comida a la boca, pero son capaces de dar un beso, de sonreír, de abrazar.
Es decir, los enfermos, a pesar de haber perdido numerosas capacidades cognitivas, aún son capaces de recibir y dar afecto.
Y es precisamente esta capacidad emocional residual la que más hay que potenciar y estimular en un enfermo cuando ya no es capaz de establecer otros canales de comunicación.
Los besos, los abrazos, las caricias, aparte de considerarse una pieza básica en la comunicación no verbal, y de ser capaces de decir mil cosas sin necesidad de usar la palabra, generan numerosos beneficios para nuestra salud física y psicológica:
1- Afectan a la mejora de los niveles de oxitocina, la llamada molécula del amor. Esta hormona, que hace funciones de neurotransmisor cerebral, ayuda a entablar relaciones de confianza y genera patrones de conducta maternal y paternal.
2- Son muy eficaces para reducir los niveles de estrés y ansiedad, que tan elevados están tanto en algunos enfermos de demencia como en sus cuidadores.