Aparte, hay otras razones que están dentro de los propios sistemas de salud. Primero está el hecho de que los médicos no están del todo vigilantes ante los primeros síntomas de Enfermedad de Alzheimer, que tienden a identificar con fenómenos propios del envejecimiento.
La falta de herramientas diagnósticas por parte de los médicos es otro de los problemas. Y es que la primera de ellas es el tiempo de consulta, dado que en los estadios iniciales la detección no se basa en pruebas, sino en la historia clínica y la evaluación cognitiva. "Cuando los médicos de AP solo tienen cinco o diez minutos para ver a un paciente, ese tiempo no da ni para empezar a hacer la historia de síntomas cognitivos", subrayó Martínez-Lage para añadir que para evaluar correctamente a estos pacientes se requiere de más de una hora, lo que puede ocasionar que hasta que la demencia no es muy evidente, no se haga. Además, son necesarias las pruebas de escalas cognitivas y las complementarias.
En el caso de las pruebas cognitivas "se da un fenómeno muy curioso", ya que médicos de AP y especializada prácticamente utilizan las mismas, por lo que se produce una duplicidad. Asimismo, el test que se suele utilizar, el Mini-Mental, "no es del todo adecuado" para detectar demencia leve "y mucho menos para detectar déficit cognitivo predemencia", por lo que es necesario cambiar estas herramientas.
En cuanto a las complementarias, debe facilitarse el acceso a las pruebas tanto de neuroimagen como de biomarcadores químicos que se aplican en los casos dudosos o leves. En estas ocasiones, las pruebas de neuroimagen como la resonancia o los PET de metabolismo o de glucosa pueden ser de utilidad. Más útiles aún son las pruebas que aportan datos sobre la biología del alzhéimer, como el test de amiloide y la punción lumbar. A su juicio, estas herramientas, que han salido ya del terreno de la investigación, deberían estar disponibles para los médicos a través del establecimiento de laboratorios de referencia para el análisis de líquido encefalorraquídeo.
Finalmente, apuntó a un último motivo: que hay muchos médicos que opinan que como la enfermedad no tiene cura, para qué se va a diagnosticar pronto. Sin embargo, consideró que ese argumento se rebate muy fácilmente , dado que los datos de los ensayos clínicos muestran que hay cuatro fármacos que han demostrado eficacia, aunque "parcial, modesta y transitoria", además de un alimento nutricional que ha salido al mercado en los últimos años y que también ha demostrado que puede mejorar la memoria en personas con alzhéimer en estadio muy leve y, además, el tratamiento de estas enfermedades incluye también terapias no farmacológicas que, cuanto antes se apliquen, mejor.
Sebastià Riu, miembro del Grupo de Trabajo de Mayores de Camfic, que actuó como moderador en una de las mesas, comentó que durante la misma se abordaron las posibilidades de tratamiento de la enfermedad.
En el caso de los antipsicóticos típicos y atípicos, sobre todo en los casos de agitación y agresividad, es importante en los primeros momentos descartar la existencia de cualquier otro proceso —dolor, una infección de orina o respiratoria, efectos secundarios de fármacos, una retención fecal— y buscar todas las agitaciones secundarias a trastornos que puedan ser identificadas y tratadas. Asimismo, el hecho de que algunos antipsicóticos atípicos tengan menos efectos secundarios que otros típicos, haría conveniente apostar por ellos.
Respecto a la relación entre depresión y demencia, hay expertos que consideran la depresión como un primer síntoma de la demencia aunque no haya deterioro cognitivo —cuando no tenga antecedentes— y se puede manifestar desde 30 meses antes de diagnosticárseles a algunas personas el alzhéimer.
En este caso, se trataría al paciente con fármacos antidepresivos, pero se abre el espectro de indicación de estos medicamentos al abordaje de agitaciones, agresividad y trastornos del sueño y del apetito en los pacientes con demencia.
En cuanto a las terapias no farmacológicas, Regato abogó por una "muy eficaz" que es una intervención multicomponente en la que, por una parte, se actúa con el paciente con estimulación cognitiva, terapia ocupacional, etc. y, por otra parte, con el cuidador dándole información, educación y entrenamiento, algo que consigue retrasar la institucionalización del paciente en al menos un año.
También trataron la musicoterapia, que está demostrando capacidad de controlar los síntomas conductuales y psicológicos. En pacientes con una demencia avanzada que no tienen lenguaje, la música es capaz de movilizar la parte más afectiva de los pacientes, ya que la memoria musical permanece.