La demencia es una de las enfermedades neurodegenerativas que mayor discapacidad y dependencia genera en la población anciana de todo el mundo. Se estima que entre el 60 y el 70% de los casos de demencia están relacionados con la enfermedad de Alzheimer (EA), para la cual todavía no existe un tratamiento curativo. No obstante, los estudios realizados apuntan a que es posible ralentizar su avance, en caso de que la enfermedad se detecte en estadíos muy tempranos.
El estudio del volumen de materia gris cerebral mediante técnicas de neuroimagen, combinado con la magnetoencefalografía y con tests neuropsicológicos, permite realizar un diagnóstico temprano de la enfermedad de Alzheimer y de su evolución en los pacientes. Así se desprende de un trabajo en el que han participado los investigadores del Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid (CTB-UPM), Maria Eugenia López y Ricardo Bruña.
Como vía para entender mejor el funcionamiento de la enfermedad y predecir su evolución, los expertos fijan su atención en el deterioro cognitivo leve (DCL), una afección que, en muchos casos, deriva en la enfermedad de Alzhéimer, y que los científicos empiezan a considerar como uno de los primeros síntomas de la misma.
Basándose en esta idea, los investigadores compararon la actividad cerebral, el volumen de determinadas áreas cerebrales y las puntuaciones en varias pruebas neuropsicológicas de 19 sujetos diagnosticados con deterioro cognitivo leve, que al cabo de un tiempo (un año de media) desarrollaron alzheimer, con la de 30 sujetos diagnosticados también con DCL que, sin embargo, no desarrollaron la enfermedad.
Los investigadores encontraron diferencias entre ambos grupos de pacientes en el volumen de la corteza entorrinal (relacionada con la memoria) y en los resultados de pruebas neuropsicológicas (también relacionadas con memoria, y con la función ejecutiva). Además, se hallaron anomalías en la forma en que la corteza cingulada (una región del cerebro relacionada con la toma de decisiones o la motivación, entre otras) se comunica con regiones posteriores del cerebro. La combinación de los resultados de los tests neuropsicológicos y el análisis de conectividad cerebral permitió, además, distinguir los pacientes que desarrollaron Alzheimer de aquellos que no lo hicieron con una precisión del 90%.
Estos resultados, reflejan que, en las primeras etapas de la enfermedad de Alzhéimer, los pacientes muestran diferencias en su actividad cerebral y en los resultados de los test neuropsicológicos.
En este trabajo fue crucial la colaboración de investigadores de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), con una larga trayectoria en el estudio del envejecimiento, y de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), expertos en el análisis de datos. El grupo, localizado en el Centro de Tecnología Biomédica (CTB-UPM), trabaja en el estudio de la actividad cerebral empleando la magnetoencefalografía. El centro de la UPM es uno de los tres únicos centros en España que dispone, de una máquina de magnetoencefalografía, lo que le pone en un lugar privilegiado para estudiar la actividad cerebral.
«Nuestro trabajo parece indicar que la magnetoencefalografía es un potencial biomarcador para determinar la probabilidad de evolución a EA de pacientes diagnosticados como DCL, lo que podría permitir el inicio de un potencial tratamiento paliativo en estadíos iniciales de la enfermedad», explica María Eugenia López, investigadora del CTB-UPM.
El estudio, en el que han participado también investigadores del Hospital Clínico San Carlos de Madrid y del Centro de Prevención de Deterioro Cognitivo del Ayuntamiento de Madrid, se ha publicado en el último número de la revista JournalofNeuroscience.