“Demencia: ¿podemos reducir el riesgo?” es la consigna que la Alzheimer’s Disease International eligió para la tercera edición del Mes Mundial del Alzheimer y el tradicional Día Internacional, 21 de septiembre. A partir de este slogan, la asociación con sede en Londres invita a pensar de qué manera podemos llevar una vida (más) saludable y así disminuir los factores de desequilibrio físico y psíquico que contribuyen a la aparición del olvido patológico.
Comer y dormir bien, evitar el sedentarismo, participar de actividades recreativas, reunirse con los seres queridos son los consejos que médicos, investigadores, voceros de asociaciones de familiares, periodistas repiten con frecuencia cuando hablan de prevención. Si bien nada garantiza que esta otra higiene personal nos inmunice contra el Alzheimer, existen indicios de que lo opuesto aumenta las chances de desarrollarlo.
La realidad es que, si comemos y descansamos mal, si no hacemos ejercicio, si abandonamos toda actividad social y/o cultural, si perdemos contacto con nuestros afectos, seguro terminaremos enfermos. No necesariamente de demencia.
Desde esta perspectiva, la Alzheimer’s Disease International eligió una consigna igualmente válida para las asociaciones de lucha contra la depresión, contra el infarto de corazón, contra los accidentes cerebro-vasculares, contra la diabetes, contra la obsesidad. Lejos de ser una novedad, esta falta de especificidad caracterizó las siguientes consignas anteriores de la ADI: el reclamo de un diagnóstico (cada vez más) temprano, la exigencia de una mayor colaboración por parte de los Estados y del sector privado, la convocatoria a realizar un esfuerzo de concientización que reduzca el fenómeno de estigmatización.
Aquí se plantea una interesante discusión en términos comunicacionales. Por un lado está el argumento de que, cuanto más general es una consigna, más cantidad de gente interpela (en este caso, quién no pensó en las ventajas de una vida sana). Por otro lado, algunos señalarán la conveniencia de un slogan más concreto que ponga de relieve una particularidad del tema en cuestión para destacarlo del resto (podría hacerse hincapié en la diferencia con respecto a la vejez sana para desmentir la creencia de que el Alzheimer es un estadío inevitable de la tercera edad).
Es posible que esta segunda estrategia llame la atención de menos gente: los jóvenes podrían permanecer indiferentes ante el ejemplo citado. Pero también es posible que la especificidad consiga mayor repercusión: los jóvenes tienen abuelos o padres mayores, y quizás piensen en su propia ancianidad.
Ante el hecho consumado (la ADI no invita a la opinión pública a participar de la elección de la consigna de conmemoración anual), nos queda reflexionar sobre el lema de 2014. La autora de este post arriesga que la pregunta “¿Podemos reducir el riesgo?” busca debilitar la sensación generalizada de indefensión frente al Alzheimer, es decir, difundir la noción de que es posible hacer algo -si no para evitar la enfermedad- para retrasar su aparición, para que se manifieste con menos virulencia.
Imaginemos el olvido patológico como una bomba que algún villano escondió en nuestra casa y nosotros apenas sospechamos dónde. La ADI nos invita a optimizar la temperatura, la humedad, la aireación, la luminosidad de nuestro hogar, de tal manera de reducir las chances de activación y explosión. Acaso sólo en este sentido vale utilizar la metáfora de la ‘consigna-bomba’.