Algunos estudios habían sugerido que esa incapacidad para recordar situaciones o información reciente se debía a que el cerebro, en las primeras fases de la enfermedad, comenzaba a no ser capaz de aprender. Como si el paciente, a pesar de vivir un episodio, no lo registrara.
Sin embargo, un nuevo estudio del MIT, que recoge esta semana la revista Nature, demuestra lo contrario: que sí se almacenan nuevos recuerdosen el cerebro durante las primeras fases de la enfermedad. El problema es que los pacientes son luego incapaces de evocarlos. Como si hubieran grabado un nuevo archivo en el ordenador pero no supieran encontrarlo.
“Incluso aunque un recuerdo parezca haberse diluido, continúa ahí. Es sólo cuestión de hallar cómo recuperarlo”, asegura en un comunicado de prensa Susumu Tonegawa, director del Centro Riken-MIT para la Genética de Circuitos Neuronales del Instituto Picower, en Massachusetts (EE.UU), y autor sénior del trabajo.
Este descubrimiento, considera el investigador, laureado con el Premio Nobel de Medicina en 1987, “es clave, una prueba de concepto” y abre la puerta a desarrollar nuevos tratamientos que puedan revertir parte de la pérdida de memoria en las fases tempranas de la enfermedad.
Este trabajo parte de otro anterior en que ya observaron que ratones con amnesia retrógrada -aquella que suele suceder tras un evento traumático, como un accidente, y que impide recordar qué sucedió antes de la lesión cerebral-, podían formar nuevos recuerdos aunque no recuperar memorias anteriores. Ese hallazgo les hizo plantearse si podría suceder algo similar en las primeras fases del alzheimer.
El experimento
Para averiguarlo, realizaron un experimento con modelos animal de alzheimer, esto es ratones modificados genéticamente para desarrollen algunos de los síntomas de la enfermedad, y ratones sanos. Situaron a todos los roedores en una sala donde les dieron una pequeña descarga eléctrica en las patas. Una hora más tarde, todos los animales reaccionaban con miedo al entrar en esa misma sala, puesto que recordaban el mal trago. Sin embargo, unos días después solo los sanos se echaban a temblar al regresar allí; los que padecían alzheimer ni se acordaban de la descarga.
A continuación, realizaron otros experimento en el que manipularon genéticamente ratones para añadir una proteína sensible a la luz, como una especie de interruptor, a las neuronas del hipocampo encargadas de almacenar los recuerdos traumáticos, como la descarga eléctrica. Y luego aplicando optogenética, una técnica muy precisa aunque invasiva que consiste en usar la luz para manipular la acción de las células, activaron ese grupo de neuronas. Al hacerlo, observaron que los ratones con alzheimer eran capaces de asociar la habitación a la descarga eléctrica.
“Hemos visto que en modelos de ratón para fases tempranas de alzheimer la memoria a corto plazo es normal, pero la de largo plazo está afectada por una serie de comportamientos que dependen del hipocampo. Cuando estimulábamos optogenéticamente esas redes de neuronas los ratones recuperaban las supuestas memorias perdidas”, resume a Big Vang por corre electrónico Dheeraj Roy, primer autor del trabajo y estudiante de doctorado en el MIT.
“Eso sugiere que las pérdidas de recuerdos en las primeras fases del alzheimer es un problema de acceso a la información y no de la incapacidad de guardar nuevos recuerdos”, añade.
Los investigadores aseguran en el trabajo que también lograron reactivar memorias a largo plazo en los ratones, aunque reconocen que la técnica fracasaba si intentaban estimular una región cerebral en lugar de una red concreta de neuronas.
“Podemos intentar usar estimulación profunda de cerebro o algunos fármacos ya aprobados para algunas enfermedades para obtener resultados similares. Nuestra investigación abre la puerta a desarrollar estrategias para paliar la pérdida de memoria en los pacientes en las primeras fases del alzheimer”, considera Roy.
No es igual en humanos
Juan Domingo Gispert, responsable de la Unidad de neuroimagen del Barcelona Beta Brain Research Center de la Fundació Pasqual Maragall, se muestra cauto ante la afirmación de Roy. “Es cierto que en personas es difícil saber si el problema de recuperación de memoria tiene que ver con la adquisición de ese recuerdo, su almacenamiento o su recuperación. En este sentido la investigación que presenta Tonegawa es espectacular, porque demuestra que los recuerdos están ahí y se pueden recuperar”, opina Gispert.
Ahora bien, puntualiza, el estudio se ha realizado con ratones modificados genéticamente para que desarrollen alzheimer. Y si bien reproducen algunos síntomas humanos, el mecanismo biológico de la enfermedad es muy distinto. “En humanos, primero se generan y acumulan placas de la proteína beta-amiloide que pueden estar en el cerebro incluso un par de décadas sin provocar alteraciones cognitivas. Los primeros síntomas aparecen cuando ya han comenzado a morir neuronas en el hipocampo y eso produce pérdidas de memoria episódica”, resalta. Al revés, pues, que en los ratones del estudio.
Gispert apostilla que “que se puedan revertir los efectos de las primeras fases de la enfermedad estimulando redes neuronales cuando ya han muerto millones de neuronas está por demostrar”. Por eso, añade, la clave es intentar incidir en el proceso antes de que comiencen a morir la células nerviosas. “Desde la Fundación Pasqual Maragall apostamos por la prevención de la enfermedad, intentar detectarla antes de que aparezcan los síntomas e intervenir antes de que mueran las neuronas”.
CRISTINA SÁEZ