Martes, 24 Marzo 2015 08:18

DOCE MINUTOS CON EL ALZHEIMER

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No es fácil convivir con una madre o un padre enfermo al que tienes que cuidar casi las 24 horas del día, y esa experiencia se vuelve aún más insoportable si la enfermedad que padecen es el mal del olvido.

Por eso, el canal de noticias ABCNews creó un experimento al que se sometió el hijo de una enferma de alzhéimer que se sentía cada vez más sobrecargado con la enfermedad de su madre y que deseaba entender en primera persona el infierno en el que ella vivía para así cuidarla mejor.

El experimento consistió en colocar una serie de barreras físicas en el cuerpo del hijo para limitar sus capacidades funcionales y luego pedirle que realizara alguna tarea como buscar una camiseta blanca o doblar pares de calcetines para que el experimentara las sensaciones de su madre enferma al intentar hacer cosas tan sencillas y simples como esas pero no ser capaz de realizarlas.

Tras esos doce minutos angustiosos el hijo terminó psicológicamente muy afectado e impactado y con una crisis de llanto.

Quizás todos debamos someternos alguna vez a esta prueba para ser capaces de empatizar con los que, por desgracia, no viven en una agonía de doce minutos, sino en un infierno permanente.

 

El alzheimer es una enfermedad neorudegenerativa que afecta a millones de personas en el mundo. Muchas de estas personas viven con sus familias, en una convivencia que aunque esté plagada de amor, es difícil, sobre todo en los estadios avanzados de la enfermedad. Una pareja de norteamericanos, cuya relación se estaba desquebrajando debido a a la difícil convivencia con la madre del marido, Lawanda decidieron dar un paso más allá y se sometieron a un experimento que les cambió la vida. Blane, el padre de la mujer con alzheimer aceptó el reto de vivir durante 12 minutos con los síntomas que manifestaba su madre. Una periodista decidió hacer lo mismo para ver cómo se sentía. Para ello, les pusieron piedras en los zapatos para simular los problemas óseos que suelen ir aparejados a la enfermedad, les vendaron los dedos de las manos para que tuvieran una menor movilidad, les pusieron unos cascos que emitían un sonido desquiciante y unas gafas que simulaban la visión de una persona con glaucoma. Después, se les encargaron varias tareas básicas y sencillas. El resultado fue sorprendente. Ninguno de ellos fue capaz de hacer cosas tan sencillas como encontrar una camiseta blanca, emparejar calcetines o ponerse una corbata. El hombre tenía un comportamiento similar al de su madre y mostraba casi todos los síntomas de las personas con esta enfermedad: problemas de movilidad, dificultad para hacer una vida normal, para ver, para concentrarse, se despistaba constantemente y hablaba solo. Fue una auténtica tortura para Blane que antes del experimento dijo necesitar saber cómo se sentía su madre para comprender por lo que estaba pasando.

Después de los 12 minutos insoportables, los dos voluntarios acabaron llorando por la sensación de impotencia, confusión, dolor y soledad que sintieron durante el experimento. La experiencia fue tan estresante, que Lawanda tuvo que trasladarse con su hermana: Blane no podía soportar verla sufrir y saber cómo se sentía en cada momento y no poder hacer nada por solucionarlo.

 

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