«Las proteínas que conectan los nervios con las células cerebrales aumentan cuando se lleva a cabo un estilo de vida que llamamos enriquecido, o sea, con bastante ejercicio físico y mental», comentó el doctor Uri Asheri, del departamento de Neurobiología y de la Escuela Sagol de Neurociencias de la Universidad de Tel Aviv, uno de los investigadores que ha contribuido al estudio junto con el doctor Boaz Barak, Noam Shomron y Daniel Michaelson, todos pertenecientes al mismo centro académico.
La investigación se llevó a cabo con dos modelos de ratones, uno sano al que sometieron a diferentes estímulos mentales y físicos y otro inoculado con genes de la enfermedad. Después de un periodo de tiempo, los investigadores descubrieron que las cadenas de microRNA, la molécula que regula la producción de la proteína, eran inferiores en los ratones con un estilo de vida más activo.
«Este decrecimiento en la producción de moléculas microRNA llevó a una mayor producción de la proteína, lo que crea un retraso en la aparición de la enfermedad, ya que la conexión entre el nervio y las células del cerebro es mucho más fluida», dijo Asheri.
«Otra de nuestras teorías tras este estudio es que la actividad en general, tanto física como mental ayuda también a las conexiones de las neuronas en el cerebro, algo que al ocurrir durante la fase más temprana de la enfermedad, también contribuye a que tarde más en aparecer», comentó el investigador.
Fuente: abc