Se ha utilizado en pacientes con Parkinson, con depresión aguda, en casos de trastorno obsesivo compulsivo e incluso para la anorexia grave. La llamada Estimulación Cerebral Profunda (ECP) es uno de los tratamientos quirúrgicos más innovadores de las últimas tres décadas y cada vez va sumando más puntos a su favor. Una nueva investigación que acaba de ver la luz en las páginas de la revista científica Molecular Psychiatry muestra también resultados satisfactorios de esta prometedora terapia en personas con Alzheimer.
Este nuevo camino ya se había explorado anteriormente, en pacientes sueltos, pero la diana era distinta. La neuroestimulación cerebral actuaba sobre los pilares del fórnix (un conjunto de axones que llevan señales desde el hipocampo al hipotálamo). En esta ocasión, el grupo de expertos responsable de este trabajo ha comprobado los efectos de esta vía terapéutica estimulando los núcleos basales de Meynert, que, al igual que el fórnix, también está relacionado con la memoria.
Un cerebro afectado por esta enfermedad neurodegenerativa presenta características muy específicas. Entre otras, "se produce una importante pérdida de la inervación colinérgica de la corteza cerebral y se reduce el número de neuronas en los núcleos basales de Meynert", argumentan los autores de esta investigación, de diferentes Universidades alemanas. En los núcleos basales de Meynert se concentran importantes niveles de acetilcolina, un neurotransmisor que juega un papel inestimable en la transmisión de información entre neuronas y está implicado en el rendimiento cognitivo.
Para observar lo que ocurría con la neuroestimulación de los núcleos basales de Meynert, describe Jens Kuhn, uno de los investigadores, de la Universidad de Colonia (Alemania), "seleccionamos a seis pacientes, cuatro mujeres y dos hombres, entre 57 y 79 años, todos con diagnóstico de deterioro cognitivo moderado tirando a severo".
Todos se sometieron a esta intervención quirúrgica (bilateral) que consiste en introducir electrodos a través de dos incisiones muy pequeñas en áreas específicas del cerebro, en este caso los núcleos basales de Meynert. Una vez introducido esta especie de marcapasos, "se chequea para ver si tiene efectos adversos a voltajes altos" y "después se introduce la batería y los cables de conexión", expone presidente de la Sociedad Española de Cirugía Funcional y Estereotáctica y responsable del departamento de Neurocirugía de la Clínica Universidad de Navarra, donde se realiza este tratamiento para reducir los temblores del Parkinson. A partir de ahí, agrega, "se hace una planificación de parámetros de estimulación a través de un mando".
Durante el primer mes, la mitad de los pacientes recibió dos semanas de estimulación seguido de dos semanas sin la estimulación, mientras que en la otra mitad se hizo al revés. Los 11 meses siguientes, todos los pacientes recibieron estimulación continua con una frecuencia baja". Como explica el especialista español, se manejan "varios parámetros, como la intensidad, la anchura en multisegundos y la frecuencia". En estudios anteriores se había utilizado una frecuencia alta de estimulación, por encima de los 100 Hz. Pero en el actual, remarca Kuhn, "vimos que con una frecuencia baja, cuatro de los seis pacientes fueron respondedores". Experimentaban algunas mejorías, sobre todo en los test neuropsicológicos, es decir, en la afluencia del lenguaje, la semántica, en el trabajo con dígitos... En otros test, como el de la depresión, la apraxia o el de la demencia, los resultados eran muy parecidos entre la estimulación cerebral y la ausencia de la misma.
En cuanto a la calidad de vida, según relata el artículo, "tampoco observamos cambios". Esto significa que si estos pacientes empezaban a ser dependientes, continuaban siéndolo a pesar de la neuroestimulación.
Lo más importante, subrayan los autores del estudio, es que "comprobamos la seguridad del procedimiento". No se observaron efectos adversos y cuatro de los seis participantes notaron mejoría. En definitiva, "los pacientes con Alzheimer que reciben estimulación profunda del cerebro muestran un descenso menos pronunciado en la capacidad cognitiva en comparación con los pacientes que no se someten a este tratamiento". Y sobre todo, al ser "bien tolerado y técnicamente factible" puede suponer una buena línea de investigación para el futuro tratamiento de estas personas.
Aunque la mejoría es discreta, lo que demuestra este trabajo, comenta Guridi, es que al no producir efectos adversos, "los núcleos basales de Meynet pueden ser una diana de tratamiento en un futuro". Da pie a que se desarrollen otros estudios a doble ciego, por ejemplo, que compare resultados entre pacientes sólo medicados y pacientes sólo estimulados. Como concluye Kuhn, "se necesitan estudios más amplios para confirmar estos resultados preliminares y determinar en qué pacientes puede ser eficaz este tratamiento".
Mientras tanto, adelanta Guridi, un grupo de investigadores de EEUU y Canadá está trabajando ya con 40 personas con Alzheimer, unos medicados y otros estimulados. Habrá que esperar a ver qué dicen sus resultados.