LILIANA G. GONZÁLEZ RODRÍGUEZ (1), CAROLINA PALMEROS EXSOME (2), MARÍA TERESA GONZÁLEZ MARTÍNEZ (3), MARÍA DE LA LUZ PÉREZ ÁVILA (3), MIRIAM GUTIÉRREZ LÓPEZ (3).(1) UNIVERSIDAD ALFONSO X EL SABIO. MADRID. ESPAÑA, (2) UNIVERSIDAD VERACRUZANA. VERACRUZ. MÉXICO, (3) UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE NUEVO LEÓN. MONTERREY. MÉXICO.
La enfermedad de Alzheimer (EA) es uno de los problemas socio-sanitarios más importantes en la actualidad y también una de las principales causas de discapacidad y dependencia entre las personas mayores. Las causas que la originan no han sido del todo esclarecidas. Algunos factores de riesgo que se asocian con la EA son factores genéticos, eventos vasculares, historia de traumatismos en la cabeza, estrés oxidativo, disminución de la producción de óxido nítrico a nivel endotelial, hiperhomocisteinemia, hipertensión, resistencia a la insulina, diabetes, hipercolesterolemia, obesidad, alteraciones hormonales, factores del estilo de vida (alimentación, sedentarismo, tabaquismo y alcoholismo) y factores psicológicos, entre otros.
Diversos estudios han puesto de manifiesto que un patrón de alimentación caracterizado por un consumo elevado de alimentos de origen vegetal, tales como cereales, legumbres, frutas, verduras, frutos secos y aceite de oliva como la fuente principal de grasa y un consumo moderado de pescados, aves, lácteos, huevos, café, té verde y vino se ha asociado con la disminución del deterioro de la función cognitiva, reducción de la progresión del deterioro cognitivo leve, reducción del riesgo de EA y disminución de la mortalidad por todas las causas en pacientes con EA. Lo anterior puede ser debido a que este tipo de patrón de alimentación contiene una gran cantidad de nutrientes (fibra, ácidos grasos poliinsaturados, vitaminas, minerales y antioxidantes) que probablemente juegan un papel destacable en la prevención de la enfermedad. A este respecto, se ha señalado que la fibra ayuda a disminuir la resistencia a la insulina, el cual es uno de los factores de riesgo asociados con la enfermedad. Los ácidos grasos omega 3 (particularmente el ácido docosahexaenoico) son esenciales para el funcionamiento y mantenimiento del sistema nervioso. Las vitaminas A, C y E, el selenio y el zinc tienen función antioxidante lo que ayuda a contrarrestar el estrés oxidativo. Los folatos y las vitaminas B6 y B12 participan en la metilación de la homocisteína, lo que evita la presencia de la hiperhomocisteinemia, que está asociada con el deterioro cognitivo. La vitamina D, el magnesio y el zinc son esenciales para el buen funcionamiento del sistema nervioso. Algunos compuestos fenólicos presentes en el aceite de oliva, en el vino tinto y en el té verde modulan el estrés oxidativo y contribuyen a la disminución de la generación del péptido β-amiloide y las isoformas de la proteína tau.
Por otra parte, se ha descrito que el exceso de la ingesta de energía y de grasas saturadas y trans se ha asociado con mayores niveles de péptido β-amiloide y con el aumento del riesgo de desarrollar alteraciones de la función cognitiva y EA.
Actualmente no existen tratamientos disponibles para curar la EA. En cualquier caso, la alimentación parece ejercer un papel importante en el desarrollo de la EA. Sin embargo, se requiere un mayor número de estudios que describan los mecanismos por los cuales los elementos de la dieta están involucrados en el desarrollo de la enfermedad y, principalmente, que permitan establecer las cantidades óptimas de ingesta con fines preventivos.