Martes, 23 Febrero 2016 14:26

UN POEMA PÓSTUMO

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Pensando Atardecer

No hay mucho que añadir para presentaros este hermoso poema. Solo que fue encontrado por unas enfermeras en la habitación de una residencia tras morir el anciano que en ella vivía. Un poema que demuestra la grandeza y el dolor de los recuerdos cuando empiezan a evaporarse tras la cercanía de la muerte. En último término nos enseña que, a pesar del paso de los años y del inexorable final de la vida, uno sigue siendo, hasta su último aliento, un ser humano lleno de emociones y sentimientos. 

 

Qué veis vosotras, enfermeras? ¿Qué veis?
¿Qué pensáis cuando me veis?
Un viejo cascarrabias, no muy listo.
Con hábitos extraños y mirada distante.
Al que la comida le cae por la comisura de los labios y nunca responde.
Al que decís en alto:

“Al menos podría intentarlo”.

Que parece no darse cuenta de las cosas que hacéis.
Y que siempre pierde algo. ¿Un calcetín o un zapato?
Que, oponiendo resistencia o sin oponerla, os deja hacer.
Que ocupa sus largos días con el baño o la comida.
¿Es eso lo que pensáis? ¿Es eso lo que veis?

Pues entonces abrid los ojos, enfermeras, vosotras no me veis.
Os diré quién soy, ahora que estoy sentado
haciendo lo que me decís y comiendo cuando me pedís:

Soy un niño de 10 años, con padre y madre,
hermanos y hermanas, que se quieren.
Un chico de 16 con alas en los pies,
que sueña con encontrar pronto el amor.

Un novio con 20, al que el corazón le brinca.
Que recuerda los votos que prometió cumplir.
Que con 25 ya tiene sus propios niños,
A los que ha de guiar y dar un seguro hogar.

Un hombre con 30, cuyos hijos crecen rápido.
Unidos los unos a los otros con lazos que han de durar.
Con 40, mis jóvenes hijos han crecido y se han ido.
Pero mi mujer está conmigo para ver que no entristezco.

Con 50 vuelven a jugar bebés en mi regazo.
Volvemos a conocer a niños, mi amor y yo.
Días oscuros sobre mí, mi mujer ha muerto.
Miro al futuro y me estremezco.
Mis hijos tienen sus propios hijos.
Y pienso en los años y en el amor que conocí.

Yo soy ahora un viejo. La naturaleza es terrible.
Me río de mi edad como un idiota.
Mi cuerpo se viene abajo. Gracia y fuerza se despiden.
Ahora solo queda una piedra, donde latía un corazón.
Pero en esta vieja carcasa aún vive un hombre joven.
Y mi maltrecho corazón se hincha.

Me acuerdo de las alegrías, me acuerdo de las penas.
Y vivo y amo, todos los días.
Pienso en los años, tan pocos y que se fueron tan rápido.
Acepto el hecho de que nada puede quedar.

Así que abrid los ojos. Abridlos y mirad.
Nada de viejo cascarrabias.

Mirad más de cerca. ¡Vedme a MÍ!

Recordemos que nuestros adultos mayores siguen sintiendo hasta el final de sus días y que vivieron lo que tal vez mucho de nosotros no viviremos, aquí los recuerdos de toda una vida, que te sacaran harán reflexionar, en este hermoso poema que encontraron unas enfermeras entre los objetos personales de un anciano al morir en una residencia.

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