La mayoría de los estudios hasta ahora se han centrado en la importancia de la actividad física antes de desarrollar la enfermedad de Alzheimer, en la fase preventiva. Pero, ¿podría el ejercicio ayudar a paliar los síntomas una vez la enfermedad se diagnostica? Dos estudios insinúan que es posible.
En la conferencia anual de la Asociación Internacional de Alzheimer en julio de 2015, los científicos informaron de algunas noticias alentadoras acerca de los beneficios del ejercicio. En los primeros estudios donde se observaba la actividad física entre las personas ya diagnosticadas con las primeras etapas de la enfermedad de Alzheimer, una práctica moderada de ejercicio no solo puede retrasar los síntomas biológicos de Alzheimer, sino que además puede conducir a una mejorara en las funciones cognitivas también.
En un estudio que incluyó a 200 personas con enfermedad leve o moderada –ya diagnosticada-, el Dr. Steen Hasselbalch de la Universidad de Copenhague y sus colegas asignaron al azar a algunos participantes para practicar ejercicio tres veces por semana durante 16 semanas, mientras permitieron al resto continuar sin un habitual régimen de actividad. Después de un período en nivel de intenso a moderado de ejercicio, lograron entre un 70% y un 80% de su frecuencia cardiaca máxima durante al menos la mitad de cada sesión.
Ese nivel de intensidad es importante, dice Hasselbalch, para lograr resultados. En comparación con el grupo control, los deportistas mostraron menos síntomas tales como ansiedad, cambios de humor y depresión que son comunes entre los pacientes de Alzheimer. En general, los que eran más activos no mostraron ningún cambio en las funciones cognitivas, pero cuando Hasselbalch observó los resultados con más cuidado, se encontró que los participantes con enfermedad más leve que practicaron ejercicio, hicieron un mejor desempeño en las habilidades intelectuales después de las 16 semanas. "Se ha demostrado que con otras enfermedades el ejercicio puede tener efectos beneficiosos", dice. "Ahora hemos demostrado que también es importante para la demencia. Ahora se puede hacer algo, se pueden hacer más cosas", concluye Hasselbalch.
El Dr. Steen Hasselbalch admite que su estudio no profundiza en cómo el ejercicio puede estar contribuyendo a la mejora de los cambios cognitivos, pero sí que se analiza la sangre y el líquido cefalorraquídeo recopilada de los participantes para ir un poco más allá. Tales cambios son lo que Laura Baker, de Wake Forest School of Medicine, y su equipo hicieron con otro grupo de pacientes en estadio temprano de Alzheimer. Querían ver qué cambios biológicos producía el ejercicio sobre el proceso de la enfermedad de Alzheimer, por lo que el estudio se centró en 70 pacientes con deterioro cognitivo leve y diabetes, lo que aumenta significativamente el riesgo de enfermedad de Alzheimer. Algunos fueron asignados aleatoriamente a ejercicios de estiramiento sencillos, mientras que otros se les dijo que practicaran ejercicio cuatro veces a la semana y, al igual que en el estudio de Hasselbalch, tuvieron que trabajar duro suficiente para elevar su ritmo cardíaco al 70% y 80% de su máximo, entre 30 y 45 minutos de cada sesión.
Panadero encontró que aquellos que practican ejercicio de forma rigurosa aumentan el flujo sanguíneo en las áreas del cerebro responsables de la memoria y el más alto nivel de procesamiento. El resultado fue un aumento espectacular en las pruebas cognitivas, lo que valida al 100% el titular de esta noticia sobre cómo el ejercicio puede ayudar a controlar los síntomas de Alzheimer.