Lunes, 04 Noviembre 2013 13:28

NADIE PUEDE ASEGURAR QUE NO NOS AFECTARÁ LA ENFERMEDAD DE ALZHEIMER

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Es un tópico muy frecuente- incluso llegamos a bromear sobre ello- el identificar la pérdida de memoria con la enfermedad de Alzheimer. Todos sabemos que en el transcurso de esta patología se produce un progresivo deterioro de las capacidades cognitivas y especialmente –por lo impactante- de la memoria.

Sin embargo el hecho de sufrir una merma en nuestra capacidad de registrar, retener y recordar los diferentes acontecimientos, datos o informaciones que captamos a través de los cinco sentidos –pues eso es la memoria- nos puede suceder en cualquier momento de la vida, independientemente de nuestra edad.

Hay infinidad de factores que pueden afectar a nuestra memoria, tanto de tipo psicológico como patológico: un fuerte impacto emocional, el estrés, la ansiedad, el uso frecuente de somníferos o anestésicos, el exceso de alcohol, un trauma físico importante... la lista es amplia.


Si se diera alguna de estas circunstancias que afectase a nuestra memoria, y una vez descartados el Alzheimer o cualquier otra demencia, siempre podemos revertir la situación, bien evitando aquello que nos está afectando negativamente o bien desarrollando habilidades con la memoria que mantenemos.

La falta de memoria, cuando es de cierta gravedad, puede suponer un grave deterioro en nuestra vida cotidiana, llegando a afectar al desarrollo normal de nuestras actividades. Por ello es importante detectar y tratar aquellas pérdidas de memoria que empiezan a conllevar problemas: olvidos importantes, despistes peligrosos…porque, incluso si el origen es una patología de tipo vascular, podemos conseguir una importante mejoría a través del tratamiento adecuado.

En este blog hemos abordado con anterioridad este tema, siempre buscando la prevención como vía de enfoque. Y no nos cansamos de hacer hincapié en la importancia de mantener unas pautas vitales que protejan a nuestras neuronas, responsables –en última instancia- de nuestra memoria. Por ello, una vez más, insisto en la importancia de hacer una vida sana, en lo relativo a nuestra alimentación y hábitos, y de practicar ejercicio físico moderado.

Una dieta rica en verduras y frutas frescas, con aporte de frutos secos y aliñada con aceite de oliva es una buena manera de aplicar aquello de “somos lo que comemos”. 
Un paseo diario, practicar jardinería o sacar a pasear a nuestro perro tres veces al día es una dosis de ejercicio moderada y efectiva.

Y recurrir a la cada vez mayor variedad de oferta en juegos y ejercicios para la mente es el mejor deporte mental que podemos hacer. Los puzzles, crucigramas, los pasatiempos de toda la vida, o su versión moderna tipo “Brain Training”, son estupendas actividades para nuestra memoria. En Internet hay diversos juegos en los que la memoria es un factor importante, me parece muy interesante en este aspecto uno llamado “Pearl´s Peril”, la mezcla de diversión y trabajo mental es entretenida y eficaz.

Finalmente, tratar de tener una vida social activa y gratificante, realizar actividades grupales, mantener un hobby o una afición, disfrutar aquellas cosas que nos gustan y enriquecen nuestra vida, todo contribuye al bienestar de nuestro cuerpo, de nuestra mente y de nuestro espíritu. Nadie puede asegurarnos que no nos afectará el Alzheimer pero con estas sencillas actividades estaremos haciendo todo lo que está en nuestras manos para que pase de largo.

Fuente: hechosdehoy.com

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