La empatía se define como la “disposición básica por medio de la cual sentimos las mismas emociones que experimentan las personas significativas para nosotros”. Para los profesionales que trabajan día a día con personas que sufren, esta “disposición empática” se convierte en la herramienta más importante y decisiva de su trabajo.
Al exponerse continuamente al sufrimiento de otros, el profesional llega a sentir en su propia piel lo que experimentan sus pacientes, por lo que está expuesto a padecer un proceso de desgaste en su capacidad empática e incluso, llegar al “agotamiento empático”.
Este proceso de desgaste afecta las habilidades del profesional y limita su capacidad laboral, lo que a su vez genera un impacto muy negativo en su salud física y psicológica.
El “Síndrome de Desgaste por Empatía” (SDpE) es, por tanto, un cuadro relacionado con los efectos negativos de prestar asistencia a personas que sufren algún tipo de problema tanto físico como psíquico.
Este síndrome aún no está lo suficientemente estudiado, y se necesitan herramientas para evaluarlo de manera correcta. Con el objetivo de detectarlo a tiempo para poder dar al profesional que lo sufre la ayuda necesaria para afrontarlo y superarlo con garantías.
Es imposible que un trabajador social, un psicólogo, un enfermero, un médico o cualquier otro profesional que esté en continuo contacto con el sufrimiento ajeno, sea del tipo que sea, realice su labor de forma eficaz si padece desgaste empático.
La conclusión es muy simple. No solo nuestro objetivo debe ser cuidar al que sufre, sino dar coberturas de garantías a quienes deben hacerse cargo de aliviar ese sufrimiento porque sino ni el enfermo ni el profesional podrán conseguir aliviar sus “penas”.
Como suele decirse, HAY QUE CUIDARSE PARA CUIDAR, sino todo el esfuerzo y la ayuda caerán en saco roto.