Martes, 01 Diciembre 2015 12:35

"YO Y EL ALZHEIMER"

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Hay veces en las que es difícil buscar palabras adecuadas y acordes para presentar algún artículo o reflexión de las muchas que compartimos aquí en este nuestro espacio dedicado a las demencias neurodegenerativas.

Y esta es una de esas ocasiones, una de esas veces en las que lo más conveniente es simplemente invitaros a que leáis este artículo de opinión que os presentamos a continuación y que seáis vosotros mismos los que experimentéis en primera persona la multitud de emociones que va a despertaros.

Hay palabras que no pueden presentarse con otras palabras y en “Yo y el Alzhéimer” pasa exactamente eso, así que, sin más que decir, solo nos queda recomendaros que leáis esta “delicia”.

 

Poco a poco, nuestro amor fue puesto a prueba. Y ahora… no estoy. Ahora, despierto cada mañana envuelta en un papel-regalo personalizada en una tierna mirada, desconocida para mí, pero con la misma expresión amorosa y maternal de toda una vida compartida, y esa emoción contenida en el fondo de sus iluminadas y húmedas pupilas, me aturden y alojan en un vacío de mi memoria, en unos recuerdos que ya no recuerdo, en unos labios que se mueven pero no puedo oír lo que dicen… y sigo sin comprender, y así, paso la mañana ingrávida, confundido y sin una realidad.

– ¿Hola…? ¿Hay alguien ahí?
– Hazme una señal si puedes oírme.
– ¿Recuerdas aquella tarde cuando tu mano alcanzó a la mía contemplando a un barco humeante navegando por el horizonte? ¿Cómo mis ojos abrazaron a los tuyos fundiéndose en una sola mirada y lentamente nuestros labios los imitaron?

Aunque este deteriorado cerebro no obedece a mis sentimientos, siento como mi alma absorbe y anhela a la tuya, como el eco de tu voz desdibuja mi soledad, como la ternura de tus manos me peinan bailando con mis cabellos. Esposa mía, no pienses que no te quiero porque no te recuerde o conteste, o porque mis labios no pronuncien tu nombre, porque pase la mayor parte del tiempo con los ojos cerrados y no tenga ganas de hablar, por no saber quien eres ni quien fui.

Sólo algunas veces, en oleadas, te observo y atiendo. Por el rabillo del ojo te puedo ver… de vez en cuando. Voy presuroso a tu lado cuando me siento deprimido y angustiado. Me alivias y logras ponerme en pie cicatrizando con tu comprensión mis heridas. Puedo parecer que me he vuelto cómodamente insensible. No puedo explicarlo, ni tú lo entenderías. No soy así.

Sólo aquel barco distante que humea en el horizonte.
Con la mirada al frente y a ninguna parte… ¿Hay algo ahí afuera?
– Mujer, ¿crees que mejoraré?
– ¿Crees que te abrazaré y besaré?
– ¿Crees que recordaré los sueños?

Sé que que me estoy despidiendo en silencio, las despedidas, aunque se pronuncien mil palabras, son profundamente silenciosas. Y el duelo ya ha comenzado, lo sé, en tu cara triste lo sé, en tus esfuerzos en aparentar naturalidad lo sé. Veo como cada día mi cuerpo se deteriora y aunque no lo necesite para amarte, no puedo hacer frente a mi vida cotidiana, este pacto de silencio me da la consistente certeza de que…yo sé que tu sabes que voy a morir, pero ninguno decimos nada y perdemos un tiempo precioso para acercarnos aún más, para decirte lo mucho que me importas y que el miedo a la muerte es el miedo a tu ausencia, pues tu ausencia es la auténtica y agónica muerte.
Pero antes, dime si llevas el pelo suelto y te recorre el pecho formando ondas acaracoladas, pues vivo lejos, donde los vientos soplan con fuerza, en la frontera, porque una vez… fuiste mi gran amor.

Y dime también…
¿Por qué te estoy buscando…
En el humeante barco que navega?
¿Dime por qué te estoy buscando…
Aún estando en tinieblas?
En el despertar de cada mañana…
En esta vida que ya me deja…
¿Por qué te estoy buscando…?
Porque no puedo… morir sin ella.

 

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