Hace dos años, el festival de cine danés CPH:DOX nos invitó a hacer una película juntas. Siendo una de Chile y la otra de Lituania, nunca nos habíamos conocido en persona. Parecía una cita a ciegas. Pero a medida que llegamos a comprender nuestros intereses y estilos, nos decidimos por este tema que parecía adaptarse naturalmente al estilo de filme conceptual que nos atrae a las dos.

Lo que más nos interesaba era capturar ese sentimiento de alienación inherente a la inmigración, y también, quizá, el de vivir en un hogar de ancianos. Esa sensación de no estar realmente en casa. Decidimos hacer nuestra película en Chile, un país que recibió muchos inmigrantes en el siglo XX. Fue allí que emprendimos una búsqueda de inmigrantes que sufrían de alzhéimer.

Finalmente, encontramos a Josebe, nuestra protagonista, una inmigrante del País Vasco que, aunque vivía en un hogar de ancianos, estaba convencida de que estaba en otro lugar. A los 91 años, la memoria de Josebe, central para su personalidad intensa y feroz, trabajaba como lo habíamos imaginado.

Mientras lidia con su enfermedad observamos el contraste de las limitaciones de su memoria con la fuerza de su personalidad. Como directoras de diferentes países, con distintos idiomas, colaboramos para hacer trascender la experiencia de Josebe como inmigrante española en Chile, a una que se pudiera sentir universal. Las acciones de Josebe fluyen de forma natural ante la cámara. Ella fue la guía que nos mostró cómo debería desplegarse la película.

Esta mujer extraordinaria nos ayudó a explorar cómo el pasado nos define, incluso cuando no somos capaces de recordar lo que sucedió ayer. El alzhéimer puede borrar el presente, pero los hitos de nuestras vidas permanecen vivos en nuestros recuerdos. De esta manera, el pasado coexiste con el presente, forjado con las experiencias cotidianas. Vemos una nueva realidad: un retrato lúcido de la enfermedad mental, proyectado con humor y alegría en cada recuerdo que valoramos.