- Merendar alguna tarde en el bar churros y chocolate.
- Cuando nos llaman por teléfono los hijos (que no son muchas veces).
- Hacer algo en el piso, arreglar cualquier cosa y que me salga bien.
- Cuando nos juntamos todos, hijos y nietos para comer en un bar.
- Cuando voy a Huelva para ver a mi hijo y mis nieta/os.
- Despertarme por la mañana y ver a mi mujer junto a mí.
- Tocar la guitarra y cantar lo que poco que sé, por las tardes.
- Conducir mi coche y viajar.
- En el verano irnos a la playa.
- Bajar a la terraza del bar y desayunar en el verano.
Y es aquí, cuando te das cuenta de la simpleza de la felicidad. Del sentido e identidad que puede darte rodearte de personas que te hacen crecer, del sentido de utilidad que tenemos cuando hacemos algo que nos proponemos por muy sencillo que sea y de la armonía que uno puede llegar a sentir cuando mira a la vida desde la tranquilidad de lo cotidiano.
Raquel cuida a tu abuelo, porque es el mejor tesoro que puedes tener.
¿Cuál sería tu lista? ¿Lo has pensando alguna vez?
Rosa Ana García Martín.
Psicología Alzheimer.
Fotos twitter: @raquelmoralsss