Viernes, 17 Enero 2014 10:15

LA TAZA DE MADERA

Valora este artículo
(2 votos)

No todo en la enfermedad de Alzheimer son teorías, investigaciones, síntomas y estadísticas. La EA es también sentimiento, reflexión, aprender de uno mismo en los pequeños retos diarios, y sobre todo y ante todo, no olvidar nunca que MAÑANA TE PUEDE PASAR A TI; porque la vejez es algo, en teoría, irremediable, y tal y como evolucionan los datos de incidencia de la enfermedad, para el año 2050 1 de cada 3 personas desarrollará Alzheimer si no conseguimos atajarlo antes.

Por eso hoy, deseamos compartir con todos nuestros lectores este pequeño cuento ilustrativo y educativo a partes iguales.

Una historia, quizás real, quizás ficticia, que tiene como cometido hacernos pensar que en esta vida debemos tener siempre presenta la importancia de no despreciar al enfermo anciano, porque aunque no siempre suceda, a veces, lo que damos, regresa.

 

LA TAZA DE MADERA

 

Un hombre frágil y anciano fue a vivir con su hijo, nuera y nieto de 4 años.  Las manos del anciano temblaban, su vista estaba borrosa, y sus pasos débiles.  La familia comía junta en la mesa pero el abuelito anciano tenía problemas comiendo pues sus manos temblaban mucho y su vista le fallaba.  La sopa se le caía al suelo, cuando cogía el vaso, la leche se caía en el mantel.  El hijo y la nuera se enfadaban mucho cuando pasaba eso. Decían:"Tenemos que hacer algo con el abuelo, ya estamos cansados de las manchas de leche y de lo que se forma mientras comemos."

Así que los esposos pusieron una mesa pequeña en la esquina. Allí se sentó el abuelo solo y su comida era servida en una taza de madera.  Cuando la familia lo miraba, algunas veces veían una lágrima en sus ojos mientras comía solo.  Aun así, la pareja solo le obsequiaba con duras reprimendas cuando se le caía el tenedor.  El niño de 4 años observaba en silencio.

Una noche después de la cena, el papá vio a su hijo jugando con pedazos de madera en el suelo.  Le preguntó a su hijo dulcemente, "¿Qué estas haciendo?". Con la misma dulzura contesto el niño: "Estoy haciendo una taza de madera para ti y otra para mamá para que comáis con ellas cuando yo crezca."  El niño sonrió y continuó trabajando.  Las palabras dejaron a los padres sumidos en un profundo silencio.  Ninguno dijo nada, pero las lágrimas rodaron por sus mejillas y los dos supieron enseguida lo que tenían que hacer. 

Esa noche el esposo tomó gentilmente la mano de su padre y lo llevó a la mesa familiar. El resto de sus días, el abuelo comió siempre con la familia.  Y por alguna razón, a ninguno de los dos esposos les volvió a preocupar si el tenedor se le caía, si la leche se le derramaba, o si el mantel se ensuciaba.

MORALEJA: Recordad siempre que lo que damos regresa, y que la vida es como la cosecha que se siembra, habrá veces que no recojamos todo lo sembrado pero, por lo general, siempre se recibe lo mismo que se da.

 

 

 

 

 

Visto 6955 veces