En los casos en los que se trata de un enfermo frágil, se suelen utilizar programas de tipo aeróbico más complejos, e inclusive “pueden hacerse, en centros especializados en rehabilitación neurológica, programas de realidad virtual” que son altamente específicos.
El inmovilismo, recuerda, se previene con ejercicio físico. Y es importante, ya que se asocia a problemas cutáneos, pulmonares, cardiacos, endocrinológicos o de estreñimiento. Estos problemas se minimizan con un programa de ejercicios de tipo básico y avanzado.
Sobre los beneficios de los programas específicos, el doctor Gangoiti asegura que lo primero es evitar complicaciones a todos los niveles y prevenir problemas de tipo circulatorio y cutáneo, como las trombosis, los tromboembolismos pulmonares o las úlceras por presión. Y desde el punto de vista cognitivo, la realización de una rutina de ejercicios puede ralentizar su empeoramiento cognitivo. “Desafortunadamente no existe ningún tratamiento que cure la enfermedad de Alzheimer, pero está demostrado que la estimulación cognitiva y física de este tipo de pacientes, sobre todo en fases tempranas, hace que el curso de la enfermedad se ralentice”, concluye el experto.
La figura del cuidador
Ventura Anciones ha abordado la figura del cuidador, y ha querido dejar clara su “admiración, respeto y cercanía” con los cuidadores de pacientes de la enfermedad de Alzheimer: “Me han enseñado muchas cosas y yo me considero deudor de todos ellos”.
El cuidador de un paciente con Enfermedad de Alzheimer no es sólo el que asiste a un enfermo crónico en sus problemas orgánicos, en su lentitud, en su inestabilidad, en su incontinencia, precisa Anciones, sino que es alguien “que sale al encuentro de un cerebro que no tiene memoria, que no encuentra las palabras, en el que la mente está devaluada. Aquí entra el cuidador, en ese desván cerebral en donde casi no hay nada”.
El experto destaca la relación entre ‘curar’ y ‘cuidar’ como términos “anudados”. Así, continúa, en el siglo XIX el curar estaba relacionado con el profesional médico, mientras que los cuidados estaban destinados a los servicios de Enfermería. Pero desde el siglo XX, con lo avances de la ciencia, “se tratan muchísimas enfermedades y se curan menos, lo que ha hecho que el número de pacientes crónicos haya aumentado de manera geométrica”. Precisa que cobra cada vez más importancia el cuidado: “No curo, pero cuido. El paciente pide más y dura más, aunque vivir y durar no sean sinónimos”.
Presta especial importancia al hecho de que en la sociedad actual, occidental y urbana, se “hace difícil conjugar diariamente las exigencias de un paciente dependiente, con un individuo que tiene que trabajar, viajar, que tiene una familia, o que no tiene una casa adecuada para un paciente de estas características. Además, hay un cierto nihilismo en nuestro tiempo. El ser humano es ahora hijo y nieto de una tecla y no de una emoción o de una percepción”, señala a la vez que recuerda: “La ciencia y la técnica le han ido ganando terreno a la filosofía, lo cual es muy grave, porque la filosofía es una totalidad, y la ciencia y la técnica son parcialidades”.
También se refiere a los cuidadores como “mineros” que bajan todos los días las escaleras del cerebro racional que ya se ha deteriorado hasta ese “otro cerebro” mamífero en el que todavía hay memoria, emoción, supervivencia y algún sueño. Para el doctor Anciones, en un paciente demenciado, “el grado de percepción o emoción no es fácilmente medible”, por lo hay que tener en consideración que “el primer cerebro del hombre fue el de la supervivencia, que llegó hasta los reptiles, hubo un segundo que llegó hasta los primeros mamíferos, que es el de la emoción y la memoria, y un tercero, el actual, el racional. Cuando se va despoblando este último siguen quedando los otros dos y ésta es una buena conexión que no se debe olvidar”.
Sobre cómo quisiera ser tratado por un cuidador en caso de necesitarlo por estar aquejado de Alzheimer, Anciones le pediría que fuera “tanto inquilino como musa, que me trajera los olores infantiles. Le pediría que fuera sensible y cercano. Que tuviera capacidad compasiva y que me diera la mayor autonomía posible. Cuidar también es invitar a que el otro conozca su vulnerabilidad, es responsabilidad, compañía y crear estructura y entorno”.
Por último, el experto cree que una enfermedad como el Alzheimer expresa mejor que ninguna otra lengua o gramática el paso del ser al estar. “El cuidador tiene una función más alta que la del médico o la enfermera, ya que responde como si fuera el paciente”, sentencia.
Fuente Redacción Médica