Intentar potenciar el optimismo o las emociones positivas de una persona para que alcance la felicidad tiene un límite y no es siempre aconsejable, según el profesor de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid, Gonzalo Hervás, quien asegura que “no hay atajos para ser feliz” y que intentar alcanzar muy rápido ese estado de dicha y satisfacción “puede tener posteriormente alguna contraindicación”.Así lo ha hecho saber Hervás, quien ofrecerá una charla sobre ‘Los límites de la positividad’ con motivo de las I Jornadas de Psicología Positiva que tendrán lugar los próximos 24 y 25 de octubre de 2013 en Murcia organizadas por el Colegio Oficial de Psicólogos de la Región y la Sociedad Española de Psicología Positiva.La positividad, entendida de una forma amplia, incluiría aspectos como ser optimista o la búsqueda del bienestar, entre otras cosas. Hasta ahora, incentivar esas cualidades era considerado por muchos psicólogos “un elemento clave del desarrollo humano y de las motivaciones”, con multitud de virtudes, e incluso empleado en ocasiones en tratamientos para la depresión o para dejar de fumar.Todo ello, agrega Hervás, se basaba en la idea de que las emociones positivas son “un elemento dinamizador que permite que el funcionamiento general psicológico sea óptimo y hace más fácil superar problemas y desarrollar capacidades”.Desde hace algunos años, los profesionales de la psicología e investigadores de esta disciplina han desarrollado estudios que tratan de poner “coto” y límites a esa positividad, y se plantean en qué condiciones puede no ser tan buena su aplicación. Se trata, según Hervás, de matizar los postulados que se daban por hechos y alcanzar un punto de equilibrio.En declaraciones a Europa Press, Hervás explica que la positividad puede desarrollarse de modo natural, con esfuerzo y determinación, aunque también con el apoyo de los psicólogos. Lo importante, explica, es que estos sentimientos se desarrollen de forma “progresiva” y equilibrada.
Casos en los que la positividad está contraindicada
Hervás señala que no se puede estimular las emociones positivas a todas las personas por igual, y pone como ejemplo a aquellos individuos que tienden a estados maniacos o eufóricos o que son muy impulsivos. Este subgrupo específico experimenta sensaciones positivas cuando no debería experimentarlas y un exceso puede ser “disfuncional”, por lo que hay que moderar su positividad. Los psicólogos también han descubierto que, cuando una persona tiene un nivel muy alto de emociones positivas y un nivel muy bajo de emociones negativas, se produce un “adormecimiento de la creatividad” e implica que la capacidad para asumir riesgos se “ve alterada”.Por tanto, lo que a priori sería una combinación de emociones deseable por todo el mundo, al final, no lo es tanto en “determinadas situaciones”, matiza Hervás.También, agrega, se ha descubierto que hay determinadas emociones positivas que “no se deben sentir a toda costa, sino que tienen que estar basadas en la realidad”.Hervás pone como ejemplo la autoestima, el orgullo, el optimismo o el enamoramiento, que pueden ser altos pero “no estar basados en una sensación verdadera y en una valoración objetiva de la situación o de las propias capacidades”. En estos casos en la que la autopercepción no es objetiva, advierte, la persona puede sufrir una situación de desadaptación social.Explica que se trata de personas que, a lo mejor, en un momento de su vida han tenido una carencia fuerte de estos sentimientos, y aprovechan cualquier oportunidad “para saciar su necesidad, sin construir esos sentimientos sobre una base firme”.Luego, intentan mantener ese castillo de naipes “de una forma artificial” y vienen los problemas, porque la persona “no quiere volver al estado previo, pero tampoco quiere abandonar esas sensaciones positivas, lo que genera disfunciones en el ámbito social”. En un momento dado, cuando hay un fracaso fuerte, la persona “cae desde más arriba”.En estos casos, aconseja la intervención de psicólogos profesionales, para desactivar de forma progresiva estas emociones Y creencias y llevar a cabo un “aterrizaje controlado” para evitar el “golpe”. No obstante, advierte sobre la intervención de aquellas personas que son gurús sin formación psicológica y que, a veces, “no tienen tanta capacidad para ver estos procesos” y pueden estar “azuzando la bomba”.El psicólogo profesional trata de llevar a cabo un “aterrizaje suave” del paciente para, a continuación, “volver a hacerle despegar con el motor bien armado”, explica Hervás de forma metafórica.En los casos en los que hay un exceso de positividad que no es beneficioso, los psicólogos usan estrategias de comportamiento que “cortocircuitan esos estados excesivamente positivos”. Para ello, se intenta que el paciente no preste atención a los sentimientos positivos, o recurren a recuerdos tristes o a anticipar consecuencias desagradables para graduar las emociones.
Casos en los que el positivismo es util
Con todo, Hervás destaca que el positivismo puede tener mucha utilidad en el tratamiento de muchos perfiles como el de la depresión, la ansiedad, el dolor crónico o la adicción al tabaco. En estos casos, los tratamientos con psicología positiva “ayuda mucho al autocontrol y a la recuperación de la motivación y la seguridad interior”.Potenciar las emociones positivas, puntualiza, no quiere decir que se obvien las cuestiones negativas. “Hay que estar siempre abierto a experimentar los sinsabores que puedan surgir en el transcurso de la vida, y hay que asumir que vamos a tener épocas difíciles y de infelicidad”, manifiesta.Es habitual, subraya, que las personas que pasan por un mal momento intenten no sentirse mal de forma artificial o mantenerse todo el tiempo en un buen estado de ánimo. En estos casos, las emociones negativas “se siguen generando pero simplemente se acumulan y no se expresan ni se procesan, lo que es tremendamente negativo para el estado psicológico e, incluso, físico”.El problema, según este psicólogo, se produce cuando la meta de la felicidad está demasiado valorada, es decir, cuando una persona busca ser feliz más que cualquier otra cosa. En estos casos, advierte, el individuo tiene más probabilidades de ser infeliz. O dicho de otra manera, “cuanto más se busca la felicidad, menos se encuentra”.En vez de buscar la felicidad de manera tan directa, Hervás aconseja tener otras “metas intermedias o motivaciones”, que son las que en definitiva van a hacer sentir feliz. “La felicidad se encuentra cuando se buscan otras cosas de mayor calado, y no se puede ser feliz buscando ese objetivo de una forma demasiado inmediata”.Recomienda tener “ilusiones que respondan a motivaciones personales, propias y profundas de cada uno”. Es lo que se denominan “motivaciones intrínsecas” y que te hacen sentirte “tú mismo”. Además, aconseja tener metas relacionadas con el desarrollo personal y profesional que sean accesibles, así como hacer cosas que aporten a la persona un sentido, es decir, que su vida se convierta en relevante para algo o para alguien.Ser feliz, ahonda Hervás, es un aprendizaje, “una carrera de fondo, nada inmediato”. Las personas que han tenido modelos familiares “sanos y felices lo tienen más fácil”. No obstante, hay personas que también lo logran “leyendo, con trabajo y con las herramientas que tienen a su alcance”. Por último, reconoce que hay un grupo de personas que pueden necesitar “ayuda”.
Fuente: EuropaPress en www.la informacion.com