Una de las formas de estrés que ha suscitado mayor interés en los últimos decenios ha sido la conocida como el “síndrome del cuidador quemado” o Burn Out, caracterizado por un estado de agotamiento físico, emocional y mental producido por haber cuidado durante períodos estables, de extensa duración y de alta implicación, a personas dependientes.
Los síntomas más comunes y que pueden ayudarnos a tomar las medidas oportunas son:
- La sensación de agotamiento y el sentimiento de no disponibilidad de recursos emocionales para reaccionar ante las situaciones que se producen en el entorno, junto con la percepción de incapacidad para seguir afrontando las responsabilidades (“Agotamiento emocional”).
- El trato despersonalizado, con una cierta desconexión emocional y mecanización de la labor que se desempeña (“Despersonalización”).
- La tendencia a generar autopercepción negativa respecto de las competencias y posibilidades de éxito (“Deterioro de la percepción de autoeficacia”).
- Disminución de la autoestima, depresión, irritabilidad, ansiedad, fatiga, insomnio, perturbaciones gástricas, etc.
- Deterioro de la calidad de las relaciones interpersonales (amigos, familia, colegas, etc.).
- Disminución del rendimiento, insatisfacción con la tarea, etc.
Las medidas de actuación para evitar y/o aliviar la aparición de este síndrome los propone la Asociación Psicogeriátrica Internacional (IPA, 2000), en concreto, los generados por los trastornos conductuales y psicológicos asociados a la demencia:
- Cambio de actitud, empatía, adaptabilidad ante los cambios.
- Entender las causas y significados de determinadas conductas.
- Expectativas realistas respecto a las capacidades de la persona enferma.
- Tolerancia ante ciertas conductas problemáticas.
- Compromiso de mantener a la persona enferma en las actividades diarias.
- Fomentar la dignidad y autoestima de la persona enferma permitiendo un cierto grado de control sobre su vida y su entorno.
- Preocupación auténtica por el bienestar de la persona enferma. Respeto a su persona, a sus sentimientos e intereses.
- Sentido del humor, capacidad para expresar sentimientos, creatividad en el manejo de los problemas conductuales y capacidad de detección de los desencadenantes.
- Voluntad de mejora permanente. El cuidador perfecto no existe y cada día se aprende algo nuevo.