A Ana no se le borra la sonrisa de los labios mientras monta a “Pitu”. Ana padece alzhéimer en fase inicial y “Pitu” es una yegua blanca propiedad de La Finca, un centro especializado en equinoterapia donde la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzhéimer e outras Doenzas –AFAL Ferrolterra– realiza desde el mes pasado sesiones de terapia para sus pacientes en fase inicial o moderada. Ana llegó a Mandiá, donde se encuentran las instalaciones de La Finca, excusándose porque no quería montar pero –para sorpresa de las terapeutas–después de una hora cepillando, y acariciando a las yeguas y limpiando sus cascos se presentó voluntaria no solo para conducir a “Pitu” hasta el cerrado donde se realizan las montas sino para ser la primera en pasear a lomos del animal.
Dos grupos de seis usuarios de AFAL se alternan cada mes para compartir su tiempo con los caballos. Se trata, explica la responsable del programa, Noelia Ríos, de “una forma de trabajo integral y complementaria de la rehabilitación que tiene como finalidad contribuir a una mayor calidad de vida de los beneficiarios”. Es una terapia innovadora que permite mejorar la psicomotricidad fina y gruesa, el equilibrio, la estabilidad tronco-cabeza y la fuerza muscular, pero también tiene un importante aspecto psicológico y emocional porque refuerza la sensación de confianza en sí mismos de los pacientes y su seguridad, proporcionándoles un sentimiento de autonomía muy beneficioso.
Además, muchos de los participantes en este programa de equinoterapia tuvieron en algún momento de sus vidas caballos o vacas, por lo que cuentan ya con conocimientos de manejo adquiridos que ponen en práctica y con vivencias que guardan en su memoria y que sacan a la luz, como ayer lo hacían Luis y Dorinda. El primero comentaba que nunca tuvo caballos pero sí vacas y llegó a asegurar que montaba en ellas para cruzar el río y que lo hacía “a pelo”. El hecho de que su comentario fuese recibido con cierto escepticismo no lo de-sanimó. Dorinda, que se reveló como una verdadera maestra en la limpieza de los cascos de las yeguas, también recordó a los caballos que había en su casa cuando era niña, que montaban su padre y sus hermanos con los que transportaban el grano hasta el molino.
La socialización es otra de las características de este programa. Con el caballo como excusa, los usuarios de AFAL interactúan más fácilmente que en el centro. Ayer se animaban unos a otros y bromeaban entre ellos. El contacto con la naturaleza les da además, señala Noelia Ríos, una sensación de libertad que no es la habitual en su día a día.
Esta terapeuta, la experta en equinoterapia Mercedes Fernández Angulo –responsable de La Finca– y Diana Piñeiro, cuidadora de AFAL pero que también realizó cursos de terapia con caballos, se encargaron ayer de familiarizar en un primer momento al grupo con las yeguas y de explicarles los nombres de los utensilios que manejaron, desde la ranilla –el triángulo de los cascos en el que se acumula el barro– hasta el sudadero que se coloca sobre el caballo y el cinchuelo sobre el que montaron para darles confianza.
Cuando llegó el momento de guiar a “Pitu” campo abajo aquello era una fiesta. Algunos entonaban “arre borriquito” y Ana, ya a lomos de la yegua, no dudó en cantar “doce cascabeles lleva mi caballo”, entre aplausos y vítores de sus compañeros.
Las familias de los primeros participantes en el programa de equinoterapia, los que acudieron a La Finca el mes pasado, relataron a las terapeutas de AFAL que pasaron la semana siguiente muy contentos y motivados. A juzgar por cómo disfrutaron ayer los del segundo turno no se puede esperar menos.