Ni el deterioro cognitivo leve, ni el que se manifiesta en formas más avanzadas, como el alzhéimer, hacen distinciones. Afectan por igual a ricos y a pobres, a intelectuales y a analfabetos. Pero suele ocurrir que los que tienen un mayor nivel cultural o ejercitan más el cerebro tienen un mayor grado de protección frente a la enfermedad. Es lo que han observado los investigadores, solo que a estas variables hay que añadir otra similar, pero que tiene una mayor incidencia aún en la reserva cognitiva, la capacidad que tiene el cerebro de compensar la pérdida de sus funciones. Se trata de la riqueza del vocabulario. O, lo que es lo mismo, aquellas personas que tienen una mayor capacidad en el manejo de las palabras tienen una menor probabilidad de que se les manifieste el deterioro cognitivo.
A esta conclusión ha llegado un equipo de psicólogos de la Universidade de Santiago en una investigación publicada en la revista Anales de Psicología después de estudiar y realizar el seguimiento a 326 personas mayores de 50 años, de las que 104 presentaban un deterioro cognitivo ligero. Los científicos recopilaron datos sobre sus años de escolarización, complejidad de sus trabajos, hábitos de lectura y riqueza de vocabulario. Luego fueron sometidos a distintas pruebas. «El buen nivel de vocabulario parece contribuir más que los años de escolarización o la profesión a que se rinda mejor en la vejez y, por lo tanto, a tener menor riesgo de deterioro cognitivo», explica Cristina Lojo Seoane, autora principal del estudio e integrante del departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la USC. Lo que se demostró es que el uso de un vocabulario complejo y variado aumenta la reserva cognitiva, lo que, a su vez, protege al cerebro frente a distintas formas de deterioro y de alzhéimer.
Deterioro acelerado
Los resultados mostraron, de hecho, una mayor prevalencia de deterioro cognitivo ligero en aquellos participantes que obtuvieron una menor puntuación en la prueba de vocabulario.
Pero se baraja la teoría de que tanto este deterioro, como el alzhéimer cuando toca, acaba llegando también para las personas con una mayor riqueza de lenguaje, aunque se retrase su aparición. Y pasa también que cuando surge lo hace de una forma mucho más acelerada. «Es como si al cerebro no le quedaran más recursos para compensar las zonas dañadas y el deterioro es mucho más brusco», apunta Lojo Seoane.
O, lo que es lo mismo, un nivel cultural alto o una gran riqueza de vocabulario podría estar enmascarando el deterioro cognitivo y el alzhéimer, con lo que retrasaría el diagnóstico precoz de la enfermedad y el inicio de las alternativas terapéuticas. El estudio del equipo gallego propone que se tengan en cuenta estas variables en el examen de potenciales pacientes con estas patologías.