Familiares y profesionales,
o el amor y el deber.
La vocación y la ética.
Las babas, las cacas, los gritos,
no son iguales en un bebé que en un anciano.
Y sin embargo cómo agradecen los mayores,
una cálida caricia, el contacto, el piel con piel.
El cuidador precisa de una soledad acompañada
para no ser atrapado por un agotamiento depresivo.
Alzheimer, demencias seniles, deterioro,
o cómo captar lo que nos aporta con una sonrisa, a veces interior.
Literalmente pacientes que dependen también de la sociedad
y el Estado que la representa.
¿Se entiende que para ser explorado por Juez y Médico Forense
sea el paciente el que se desplace?
Mi madre lleva más de dos años en una residencia,
les he cogido cariño, son celosas de los besos y atenciones.
A veces les leo el periódico, un día una señora me dijo: “¿lo de Urdangarín mal, eh?”
Hablo con los cuidadores, en general reina la ternura.
Ternura, mucho más que una palabra. Acompañamiento, mucho más que un acto.
Cuando voy a verla me pongo el reloj de mi padre, nos reúne y reconforta.
Dirijo un Centro donde residen noventa y cinco jóvenes que de una u otra manera agreden a sus padres.
El otro día los reuní y pregunté: “en la Residencia de mi madre donde todos están afectados de demencia senil o de Alzheimer; ¿cuál es la palabra que más se oye?,
se hizo un silencio.
Les contesté: ¡madre!
y me fui”.
En las Residencias de ancianos sin memoria,
allí donde el tiempo se desvanece,
escuchar a un bebé llorar, te alegra.
Y es que la experiencia profunda del ser humano es la soledad y el amor.
Javier Urra