
Cada vez más investigaciones confirman lo que intuíamos desde hace tiempo: lo que comemos influye directamente en la salud de nuestro cerebro. La alimentación no solo afecta a nuestro cuerpo, sino también a nuestra memoria, concentración, estado de ánimo y riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
La dieta mediterránea: un modelo protector
Numerosos estudios han demostrado que seguir una dieta mediterránea se asocia con un menor riesgo de deterioro cognitivo y una progresión más lenta en personas con demencia leve. Este patrón alimentario se caracteriza por:
- Alta ingesta de frutas, verduras, legumbres y frutos secos.
- Uso habitual del aceite de oliva virgen extra.
- Consumo moderado de pescado y marisco.
- Bajo consumo de carnes rojas, productos procesados y azúcares.
Gracias a su riqueza en antioxidantes, grasas saludables y compuestos antiinflamatorios, la dieta mediterránea ayuda a proteger el cerebro del envejecimiento prematuro y de los procesos que favorecen la acumulación de proteínas tóxicas como la beta-amiloide.
Nutrientes clave para el cerebro
Diversos nutrientes han demostrado tener un papel neuroprotector, es decir, ayudan a mantener las neuronas sanas y funcionales. Entre ellos destacan:
● Antioxidantes (vitaminas C, E, flavonoides): Presentes en frutas como las fresas, naranjas, arándanos, uvas, o verduras de hoja verde. Neutralizan los radicales libres que dañan las células cerebrales.
● Ácidos grasos omega-3: Encontrados en pescados grasos (salmón, sardinas, caballa), nueces y semillas de lino o chía. Ayudan a mantener la membrana de las neuronas y reducen la inflamación cerebral.
● Vitaminas del grupo B (B6, B12, ácido fólico): Participan en la formación de neurotransmisores y en la protección de las neuronas. Su déficit se ha relacionado con una mayor atrofia cerebral y deterioro cognitivo.
● Polifenoles: Compuestos presentes en alimentos como el aceite de oliva virgen extra, el cacao puro, el té verde y el vino tinto (con moderación). Tienen efectos antioxidantes y antiinflamatorios.
Alimentación como prevención… y también como tratamiento
Aunque no existe una “dieta milagrosa”, una alimentación variada, equilibrada y rica en alimentos naturales puede ayudar a prevenir el deterioro cognitivo y a mejorar la calidad de vida de las personas que ya lo padecen.
Además, mantener una buena salud digestiva y nutricional también influye en el estado de ánimo, la energía, el sueño y la motivación, factores clave para un buen funcionamiento global, especialmente en las personas mayores.
Cuidar lo que comemos es una forma de cuidar nuestra mente. Una dieta basada en alimentos frescos, naturales y antiinflamatorios no solo protege el corazón, sino también el cerebro. La prevención del deterioro cognitivo empieza en el plato.