Miércoles, 13 Marzo 2024 13:43

EL POSITIVISMO TÓXICO

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POSITIVISMO TOXICO

Las redes sociales, los productos de venta rápida y el marketing están fomentando lo que en psicología se conoce con el nuevo concepto “el positivismo toxico”, en el cual, nos sentimos bombardeados de mensajes positivos y distorsionados, que en ningún momento se fusionan con una realidad funcional. Esta tendencia de sobregeneralización de un estado feliz y optimista en todas las situaciones de la vida, es resultado de la negación, minimización e invalidación de la auténtica experiencia emocional humana.

Lo cierto es que todas y cada una de nuestras emociones, incluso aquellas desagradables como la ira o la tristeza, son igualmente necesarias. Cada una cumple una función particular, cada una tiene su razón de ser. Incluso, aquellos estados desagradables son incluso más importantes para nuestra supervivencia que los considerados socialmente positivos.

Gracias a las emociones hemos llegado hasta aquí como especie. La tristeza nos permite atraer a los demás y recibir ayuda, así como parar y reflexionar para recomponernos. El enfado nos ayuda a defendernos y marcar territorio cuando alguien nos pisa. La culpa bien analizada nos permite corregir errores. Incluso, la vergüenza nos ayuda a mantenernos alineados con lo que el grupo social espera de nosotros para evitar una posible exclusión.

Precisamente, las personas que disfrutan de una mejor salud mental son aquellas que mantienen una relación adecuada con todo su abanico de emociones. Cuando demonizamos nuestros estados internos difíciles, tratamos de hacerlos desaparecer en lugar de transitarlos. Con frecuencia, esto da lugar a dinámicas disfuncionales que, tratando de ser una solución, no hacen más que agravar aún más el malestar inicial.

Asique como cuidador, ¿Tengo derecho a quejarme? ¿Tengo derecho a maldecir esta situación de vida que estoy transitando? ¿Tengo derecho a sentir tristeza o pena al ver a mi familiar perder identidad o capacidades? La respuesta es un rotundo sí. Tienes derecho a experimentar estas emociones, a surcarlas como una montaña rusa y atravesarlas. Y sobre todo tienes derecho a no permanecer permanentemente en ellas y enquistarlas, tienes derecho a pedir ayuda, dejarte ayudar, informarte y tomar decisiones ante las situaciones que se presenten. La felicidad en sí no es un objetivo real, la vida fluye y en ella sucederán todos los estados emocionales. Curiosamente, cuando aceptamos esta realidad dejamos de vivir en lucha con nosotros mismos, escuchamos lo que sentimos y actuamos en consecuencia.

Rosa Ana García

Psicología Alzheimer.

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