Además, con la edad, la circulación periférica se ralentiza y disminuye la perfusión en las extremidades, inevitablemente manos y pies estarán más fríos.
Otro de los cambios propios del envejecimiento es el adelgazamiento de la piel, provocando la pérdida de la función de los receptores cutáneos de la temperatura, lo que dificulta la percepción de la temperatura ambiente
Hay otras enfermedades que van “añadiendo” frio, como el hipotiroidismo, la diabetes, artritis, mialgias…
Si a esto le sumamos que debido a la enfermedad es posible que no sean capaz de vestirse adecuadamente estamos ante un problema en el invierno, un problema con fácil solución (y no es precisamente la de abrigarlos más) una dieta adecuada y un poco de ejercicio nos ayudara a mejorar la circulación aumentando el calor corporal y disminuyendo la sensación de frio
Marina Preciado. Fisioterapeuta Alzhéimer “Tierra de Barros”