- La variación de presión atmosférica; los cambios de presión son asimilados de maneras diferentes por cada individuo, en personas mayores y/o con una patología osteoarticular ya presente la capacidad de aceptar dichas variaciones es menor, y provoca dolor.
- la disminución de la circulación periférica; esto provoca que el musculo este peor irrigado, por consiguiente más tenso.
- El aumento de la tensión muscular debido a las bajas temperaturas; La fibra muscular se contrae por la exposición al frio, cuando esta contracción es mantenida en el tiempo puede llegar a originar una contractura. A su vez las posiciones que adoptamos al intentar entrar en calor (el cuerpo tiende a encogerse) favorecen desequilibrios musculares.
Se pueden minimizar los efectos del frio sobre el musculo adaptando una serie de sencillas medidas:
- Evitar los cambios bruscos de temperaturas
- Ropa adecuada y mantener las zonas más susceptibles de dolor bien cubiertas. Es preferible usar fibras naturales que permiten la transpiración.
- Ejercicio físico regular. Como siempre, la actividad física nos ayuda a todo, no solo mantendrá una correcta circulación sanguínea, sino que tendremos los músculos en buen estado, sin acortar, preparados para las bajas temperaturas.
Marina Preciado. Fisioterapeuta Alzhéimer “Tierra de Barros”