En los últimos tres años, la demencia aumentó un 22% y se calcula que los casos podrían triplicarse en 2050 y llegar a los 135 millones de personas en el mundo, según el último informe de la Alzheimer Disease International.
En base a estas estimaciones, el G8 -reunido recientemente en Inglaterra por la problemática que representan las demencias para la salud, la sociedad y la economía- decidió invertir 200 millones de dólares anuales en investigación para evitar el desastre socioeconómico sanitario que se predice para el 2050. El objetivo es llegar al 2025 habiendo encontrado la solución al flagelo.
La demencia está relacionada con el declinar de las funciones intelectuales, como resultado de un deterioro neurológico. La causa más común es la enfermedad de Alzheimer, que lleva el nombre del Dr. Alois Alzheimer, quien la describió en 1906.
En Argentina, esta patología afecta aproximadamente a 400 mil habitantes: el 5% corresponde a personas de 65 a 74 años y entre el 30 y 40% a mayores de 85 años. La prevalencia en mayores de 65 años está estimada en 12 a 15 casos nuevos por cada 1.000 habitantes.
“Cuando una persona padece una demencia como la de Alzheimer sufre cambios en el tejido vital de ciertas partes de su cerebro y una pérdida progresiva y constante de un neurotransmisor, vital para el funcionamiento cerebral. Todo esto afecta las actividades mentales vinculadas al aprendizaje, la memoria, el pensamiento, el lenguaje, el juicio y el comportamiento”, explicó Hugo Valderrama, médico geriatra y gerontólogo, y director de la Licenciatura en Gerontología de la Universidad Católica de Santa Fe.
Por otra parte, la mortalidad por demencias creció un 30% en los últimos 10 años en nuestro país, según el Ministerio de Salud de la Nación.
Tratamiento
Si bien no se cura, existen fármacos que permiten mejorar los síntomas y demorar el avance del Alzheimer. La estimulación cognitiva, la terapia ocupacional, la musicoterapia y las actividades físicas también forman parte del tratamiento. “La gimnasia cerebral, la actividad física y una adecuada alimentación pueden colaborar y disminuir la posibilidad de desarrollar esta enfermedad. La vitamina B12, B3, C y el DHA (ácido graso de la familia de los Omega-3) parecen estar relacionados con esta reducción”, acotó Valderrama.
El diagnóstico suele demorar entre tres y seis años, ya que se suelen confundir los síntomas de la enfermedad con los de la vejez. “Así transcurre el tiempo, cambiando de médicos, entre estudios y prueba de medicamentos, incorporando cuidadores de apoyo a la familia, muchas veces entre discusiones familiares por la distribución de la carga de los cuidados y sus costos, pero sin enfrentar el problema, asesorarse con un especialista y elaborar estrategias de contención, asistencia y cuidados no sólo para al anciano, sino también para su familia cuidadora, a fin de hacer frente con dignidad y profesionalismo las etapas que siguen hacia adelante, ya que se debe considerar que la enfermedad de Alzheimer tiene una expectativa muy variable de vida de entre 2 y 15 años aproximadamente”, contextualizó el gerontólogo.
Atender a un paciente con Alzheimer implica una importante carga económica, que incluye desde prestaciones médicas, fármacos, estudios de diagnóstico, internaciones, pago de cuidadores y geriátricos hasta el lucro cesante, pérdida del trabajo o abandono del estudio y de las vinculaciones sociales que afectan la vida de los cuidadores familiares.
En nuestro país, en 2006, los costos anuales del cuidado de los pacientes dementes eran de U$S 3.421,40 en pacientes leves y de U$S 9.657,6 en graves. En pacientes ambulatorios los costos eran de U$S 3.189,20 y de U$S 14.447,68 para los que estaban en geriátricos. “Estos datos permiten mostrar la carga que impone la enfermedad a nivel social, familiar y económico en nuestro medio y la necesidad de desarrollar políticas sociosanitarias para dar respuesta a la sociedad en su conjunto, porque detrás de cada anciano hay una familia que vela por él”, planteó Valderrama.
Es por eso que el especialista remarcó la necesidad de desarrollar programas integrales de prevención, diagnóstico y tratamiento de las demencias. “El primer paso es la concientización de las autoridades de gobierno y la capacitación de los profesionales que asisten a adultos mayores, sin olvidar a los integrantes de las ONG que prestan servicios o contienen de alguna forma a personas mayores con necesidades básicas insatisfechas”, concluyó.