Teresa Gómez Isla estuvo este verano dando un curso magistral sobre la enfermedad de Alzheimer en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander.
Ahora, desde Boston, esta investigadora, quien ha tratado al expresidente de la Generalitat catalana Pasqual Maragall, que sufre alzhéimer desde 2007, habla con EFEsalud para analizar esta grave enfermedad.
- En los últimos tiempos la incidencia del alzhéimer ha aumentado de manera vertiginosa y cada vez afecta a personas más jóvenes, ¿Estamos ante una epidemia del siglo XXI?.
En los últimos años hemos asistido a un aumento muy importante en el número de casos de alzhéimer en sociedades cada vez más longevas, como la nuestra.
El motivo fundamental es que la edad avanzada es el principal factor de riesgo de esta enfermedad, y su incidencia aumenta a medida que envejecemos.
En 9 de cada 10 casos, los síntomas aparecen después de los 60 años y a partir de esa edad, la incidencia de este tipo de demencia se duplica cada cinco años.
Pero en uno de cada 10, los síntomas se inician de forma precoz, antes de los 60 años, y en casos muy excepcionales, en algunos de los cuales se ha encontrado una causa genética, los síntomas pueden comenzar incluso antes de los 40 ó 50 años.
El aumento imparable del número de casos previsto para los próximos años, a medida que crece más y más la esperanza de vida, es lo que ha colocado a la enfermedad de Alzheimer en el punto de mira como la “epidemia silente” del siglo XXI.
Pregunta: Más allá de la incidencia en España, superior a los 600.000 diagnósticos, ¿Cuál es el mapa del alzhéimer en el mundo?
En una de las últimas estadísticas publicadas se ha calculado que en el mundo hay aproximadamente 36 millones de personas que sufren demencia y en dos tercios de esos casos la causa de la demencia es una enfermedad de Alzheimer.
Se cree que un número importante de esos casos no están diagnosticados, especialmente en los países con un menor nivel socio económico.
Pero, si bien hasta ahora la enfermedad de Alzheimer ha afectado de forma más acusada a sociedades ricas, se espera que el mayor impacto y aumento en el número de casos en los próximos años se produzca en países en desarrollo como China, India o en Latinoamérica, donde el número de ancianos está creciendo muy rápidamente.
En sociedades avanzadas, con una esperanza de vida elevada, se calcula que una de cada 8 personas mayores de 65 años y casi la mitad de mayores de 85 años padecen esta enfermedad.
Y debido al aumento progresivo de la esperanza de vida está previsto que el número de casos se duplique cada 20 años.
Se ha estimado que el coste a nivel mundial del cuidado y tratamiento de estos enfermos es de unos 600.000 millones de dólares; estamos ante uno de los mayores desafíos del siglo XXI a la salud pública.
Investigación y tratamientos
Pregunta: ¿En qué momento están las investigaciones y los tratamientos? ¿Tendremos pronto nuevos fármacos, vacunas o remedios que puedan curar la enfermedad?
Acabamos de recibir un jarro de agua fría durante los meses de julio y agosto, tras conocerse los resultados negativos de tres grandes ensayos clínicos basados en fármacos dirigidos contra la proteína beta amiloide, una proteína que se acumula de forma anormal en los cerebros de los pacientes con alzhéimer y que representa una de las marcas de esta enfermedad.
Una pregunta clave que llevaba años esperando respuesta era si eliminar el acúmulo de dicha proteína en el cerebro, algo que se sabe ocurre años antes de que los pacientes manifiesten síntomas y que muchos investigadores consideran el detonante de la enfermedad, era suficiente para prevenir o ralentizar sus síntomas y detener el avance del daño cerebral.
De momento la respuesta es no. Es posible que este tipo de tratamiento requiera ser iniciado mucho antes, cuando aún no hay síntomas, para que pueda ser eficaz. Y esto es algo que se está investigando con la puesta en marcha de ensayos preventivos con este tipo de fármacos en individuos sin síntomas.
Pero también cabe la posibilidad de que nos estemos equivocando de diana y, en mi opinión, ha llegado el momento de romper paradigmas y buscar nuevas alternativas diferentes al amiloide en la enfermedad de Alzheimer.
En este sentido, uno de los descubrimientos recientes más esperanzadores ha sido el hallazgo de que otra proteína, “tau”, que también se altera en el cerebro de los pacientes con alzhéimer formando dentro de las neuronas unas lesiones llamadas “ovillos neurofibrilares”, es capaz de propagarse de unas neuronas a otras con las que están conectadas en el cerebro de ratones.
Desde hace décadas se sabía que los ovillos neurofibrilares empiezan siempre en una región muy concreta del cerebro y van afectando poco a poco a otras regiones a medida que los síntomas avanzan, pero el motivo exacto hasta ahora era un misterio.
Una de las posibilidades era que estas regiones fueran selectivamente vulnerables a estas lesiones porque sus poblaciones neuronales estaban conectadas entre ellas y estos nuevos estudios demuestran que efectivamente ésta es la razón.
La importancia de estos hallazgos es que abren la posibilidad de buscar tratamientos que detengan la propagación de esa proteína tau alterada entre las neuronas y con ello el avance de la enfermedad en el cerebro y la muerte de las neuronas y sus conexiones.
Prevención y consejos
Pregunta: ¿Hay algún consejo para prevenir el alzhéimer?
En este momento no hay forma conocida de prevenir el alzhéimer.
Sin embargo, cada vez hay más datos de estudios epidemiológicos que sugieren que los factores de riesgo cardiovascular, como la diabetes, la hipertensión, el colesterol, la obesidad o la vida sedentaria, pueden ser factores de riesgo para padecer esta enfermedad.
En realidad, muchos pacientes con alzhéimer tienen lo que se denomina una demencia “mixta” y tienen en sus cerebros lesiones vasculares añadidas a este mal.
La buena noticia es que todos estos factores de riesgo vascular, a diferencia de la edad avanzada y la herencia familiar, son modificables.
Y por primera vez, se han puesto en marcha en Europa tres grandes estudios pioneros en miles de personas asintomáticas destinados a aclarar si cambios en los hábitos de vida tales como el dejar de fumar, hacer ejercicio físico, seguir una dieta sana, controlar los factores de riesgo vascular o mantenerse social e intelectualmente activo, pueden tener un impacto significativo en la prevención.
Estas son las mejores recomendaciones a la espera de tener confirmación por parte de estos nuevos ensayos.
Una de las grandes controversias es si la modificación de estos factores debe hacerse en las edades medias de la vida, mas que en edades avanzadas, para que pueda resultar eficaz en la prevención.
Cuidar a los que cuidan
Pregunta: El problema social que conlleva esta enfermedad es muy agudo y tiene grandes consecuencias para los entornos familiares, ¿Qué recomendaciones hace a los cuidadores?
El Alzheimer es una enfermedad muy cruel, tanto para el paciente como para su familia.
Algunos afirman erróneamente que esta enfermedad no mata pero, teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos el cuidador del paciente es un familiar, esta enfermedad no solo mata uno a uno, sino de dos en dos.
La mayoría de los pacientes sobreviven una media de 4-8 anos tras el diagnóstico, pero algunos pueden vivir hasta 20 años o más con la enfermedad y casi la mitad de todo ese tiempo corresponde a las fases más avanzadas y de mayor dependencia del cuidador.
Cuando se han hecho encuestas entre los cuidadores, más del 60% afirma sentir un gran estrés y un tercio sufren síntomas de depresión.
Cuidar de un paciente con alzhéimer es muy difícil y puede tener un impacto negativo en la salud mental y física del cuidador, en su empleo, en su salario y en la economía doméstica.
Más de la mitad de los cuidadores hacen cambios en su trabajo debido al cuidado de su familiar que implican modificar su horario de trabajo, y en algunos casos abandonarlo por completo.
Hay estudios que demuestran que los cuidadores de pacientes con demencia tienen una mayor incidencia de visitas a urgencias y hospitalizaciones, en especial si cuidan de pacientes con mucha dependencia o con alteraciones del comportamiento.
Y algunos estudios, aunque controvertidos, sugieren un aumento de la mortalidad entre cuidadores.
Las dos recomendaciones que yo haría a un cuidador son, en primer lugar que se informe todo lo posible con el personal sanitario y la asociación más cercana de familiares sobre la enfermedad y el tipo de cuidado que requiere su familiar en las diferentes etapas de la enfermedad.
Y la segunda, quizás más importante, que recuerde que “para poder cuidar hay que cuidarse”, algo especialmente difícil para familias de pocos miembros o con escasos recursos económicos.
Pregunta: ¿Cree que los Estados deben eludir de sus planes de ajuste y recorte lo relativo a esta enfermedad, o puede la crisis económica suponer un retroceso enorme en las atenciones públicas y sociales del Alzheimer?
Hace solo unos meses el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, anunció una ayuda extra de 50 millones de dólares en 2012, además de los 450 millones que ya estaba previsto invertir este año en investigación en demencias, para avanzar en la búsqueda de factores de riesgo y nuevos tratamientos frente al alzhéimer, y para apoyar a los cuidadores y familias de los pacientes.
Explicó que esta sería la primera de nuevas ayudas extra previstas para el 2013 dedicadas a la investigación de esta enfermedad.
Una medida que, sin duda, indica que en algunos países se reconoce la magnitud de este problema.
Me preocupa muchísimo que el gasto en investigación científica en nuestro país se haya recortado de una forma tan brutal como se ha hecho.
Yo no puedo entender el futuro sin ciencia e innovación. Si recortamos en investigación científica, cercenando las posibilidades de encontrar una solución a enfermedades como el alzhéimer, no veo como podremos afrontar el cuidado y aliviar el sufrimiento de cientos de miles de nuestros mayores y sus familias. Queremos un mundo sin alzhéimer.
MADRID/EFE/JAVIER TOVAR