Este cortometraje, de la Canadiense Laura Stewart, es una de esas escasas joyas audiovisuales que en aproximadamente dos minutos, llega a lo más profundo del corazón de quienes lo ven.
Cuenta la historia de un hombre anciano, y lo que es peor, de un hombre “solo”, cuya única compañía es una masa gris, que puede simbolizar lo que cada espectador quiera, porque esa es otra de las novedades de este corto, la capacidad para que quienes lo ven sean capaces de sacar conclusiones o reflexiones diferentes sobre el mismo.
Merece la pena verlo, no una vez, sino varias, porque en cada visualización despertará emociones y reflexiones nuevas y distintas a las anteriores.
