
Cada vez más investigaciones confirman lo que intuíamos desde hace tiempo: lo que comemos influye directamente en la salud de nuestro cerebro. La alimentación no solo afecta a nuestro cuerpo, sino también a nuestra memoria, concentración, estado de ánimo y riesgo de desarrollar enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer.
Numerosos estudios han demostrado que seguir una dieta mediterránea se asocia con un menor riesgo de deterioro cognitivo y una progresión más lenta en personas con demencia leve. Este patrón alimentario se caracteriza por:
Gracias a su riqueza en antioxidantes, grasas saludables y compuestos antiinflamatorios, la dieta mediterránea ayuda a proteger el cerebro del envejecimiento prematuro y de los procesos que favorecen la acumulación de proteínas tóxicas como la beta-amiloide.
Diversos nutrientes han demostrado tener un papel neuroprotector, es decir, ayudan a mantener las neuronas sanas y funcionales. Entre ellos destacan:
Aunque no existe una “dieta milagrosa”, una alimentación variada, equilibrada y rica en alimentos naturales puede ayudar a prevenir el deterioro cognitivo y a mejorar la calidad de vida de las personas que ya lo padecen.
Además, mantener una buena salud digestiva y nutricional también influye en el estado de ánimo, la energía, el sueño y la motivación, factores clave para un buen funcionamiento global, especialmente en las personas mayores.
Cuidar lo que comemos es una forma de cuidar nuestra mente. Una dieta basada en alimentos frescos, naturales y antiinflamatorios no solo protege el corazón, sino también el cerebro. La prevención del deterioro cognitivo empieza en el plato.