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Miércoles, 26 Noviembre 2025 15:10

Cuando llega el momento de ingresar en una residencia: gestionar la culpa y el cambio emocional

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Tomar la decisión de que una persona con demencia ingrese en una residencia nunca es fácil. Para muchas familias, es el resultado de un largo camino de cuidados en casa, de noches sin descanso, de esfuerzos diarios que con el tiempo ya no bastan para cubrir sus necesidades. Reconocer que en el hogar ya no se puede ofrecer la atención adecuada no significa rendirse, significa cuidar desde la responsabilidad y el amor.

La culpa suele aparecer con fuerza en este proceso. Es común pensar “debería poder seguir cuidando en casa” o “le estoy fallando”. Pero estas emociones no reflejan una mala decisión, sino el profundo vínculo con la persona que se ama. La residencia no reemplaza a la familia: suma profesionales, seguridad y cuidados especializados cuando el cuidado domiciliario ya no es suficiente.

Para la persona con demencia, el nuevo entorno puede generar desorientación y miedo. Por eso, acompañar la transición con visitas frecuentes, objetos familiares y rutinas estables es fundamental. Para la familia, permitirse sentir, hablar con otros cuidadores y buscar apoyo emocional ayuda a transformar la culpa en tranquilidad y confianza.

Ingresar en una residencia no es abandonar. Es un acto de amor y de cuidado responsable. La presencia y el afecto familiar siguen siendo esenciales, aunque cambie el lugar en el que se da ese cuidado.

 

Psicología Alzheimer.

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