
Cuidar a una persona con Alzheimer no solo implica esfuerzo físico y dedicación constante. También pone a prueba nuestras emociones, pensamientos y creencias más profundas. Muchas veces, el malestar no viene solo de la situación, sino de cómo la interpretamos. Por eso, aprender a identificar y modificar ciertos pensamientos puede marcar una gran diferencia en el bienestar de los cuidadores.
Esta estrategia se llama reestructuración cognitiva, y es una herramienta muy útil dentro de la terapia cognitivo-conductual. En este artículo te explicamos cómo puede ayudarte en el día a día.
¿Qué es la reestructuración cognitiva?
La reestructuración cognitiva consiste en detectar los pensamientos automáticos negativos que nos generan malestar, cuestionarlos y reemplazarlos por otros más realistas y compasivos. No se trata de “pensar en positivo”, sino de ver la situación desde una perspectiva más equilibrada y menos dañina para nuestra salud emocional.
Aquí tienes algunos ejemplos muy habituales entre familiares cuidadores, y cómo podríamos reestructurarlos:
“No estoy haciendo lo suficiente”
Este pensamiento genera culpa constante, incluso cuando estamos entregados al cuidado.
Reestructuración: “Estoy haciendo todo lo que puedo con los recursos y el tiempo que tengo. Cuidar también implica cuidar de mí.”
“Si le dejo solo un rato, algo malo puede pasar”
Este pensamiento alimenta la ansiedad y el control excesivo.
Reestructuración: “Tomar pequeños descansos no significa abandono. Necesito recargarme para seguir cuidando bien.”
“Ya no es la persona que era, todo esto no tiene sentido”
Este pensamiento conecta con el dolor del duelo anticipado y puede llevar al distanciamiento emocional.
Reestructuración: “Aunque haya cambiado, sigue siendo alguien valioso. Mi presencia sigue teniendo sentido para ambos.”
“No puedo quejarme, hay otros que están peor”
Esto invalida el propio malestar y refuerza el aislamiento emocional.
Reestructuración: “Mi sufrimiento también merece espacio. Pedir ayuda o expresar lo que siento no me hace egoísta.”
Te proponemos un pequeño ejercicio de tres pasos que puedes practicar:
Puedes anotar estos pasos en una libreta o hablarlos con alguien de confianza, como parte del proceso.
La reestructuración cognitiva no es una varita mágica ni algo que tengas que hacer perfectamente. Es una herramienta más para mirarte con menos dureza y acompañarte mejor en esta etapa tan compleja. A veces, cambiar una frase en nuestra cabeza puede aliviar mucho peso en el corazón.