Jueves, 12 Marzo 2015 07:57

CASI LA TOTALIDAD DE LOS PACIENTES CON DEMENCIAS LEVES O DE INICIO ESTÁN SIN DIAGNOSTICAR

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Esta es la cruda realidad a la que se enfrentan el 90% de los pacientes que comienzan a padecer síntomas demenciales. Una triste y cruel realidad que han expuesto en las “V Jornadas de la Demencia en Atención Primaria. Diagnóstico precoz y rapidez de actuación”.

No nos resulta extraño que los mismos médicos de familia, que son los que inician el tan importante primer contacto con los síntomas, con el enfermo y con su cuidador, se quejen de la falta de tiempo para poder evaluar y diagnosticar con fiabilidad una enfermedad que necesita más que cualquier otra cosa, un diagnostico lo más temprano posible para poder iniciar sin dilación el tratamiento necesario, evitando así una progresión rápida y fulminante de la misma.

Y no nos resulta extraña esta queja y esta necesidad de mejorar el primer contacto médico con los enfermos porque por desgracia en nuestra práctica diaria somos muchos los profesionales que nos encontramos a enfermos y afectados por la enfermedad que cuando llegan por primera vez a nuestras manso ya están en fases avanzadas de la patología. Situación que nos frena enormemente a la hora de trabajar con ellos para poder enlentecer el deterioro porque cuanto más se tarde en intervenir más difícil será hacer más lento el avance de los síntomas.

Por eso nos unimos a esta queja y reivindicamos desde aquí la necesidad de mejorar la calidad asistencial y el tiempo de intervención de los médicos de atención primaria con este tipo de enfermos porque ellos y su primer diagnostico son la posibilidad de atacar este mal desde sus inicios.

 

El papel del médico de familia en la detección de demencias "es básico" al ser la puerta de entrada al sistema y el primero que ve al paciente cuando empieza a manifestar síntomas de pérdida de memoria o desorientación y quien habla con el cuidador cuando deja de tener capacidad para realizar alguna actividad de la vida diaria. Así lo explicó a GM Pilar Regato, coordinadora del Grupo de Trabajo de Atención al Mayor y Demencias de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc), en el marco de la 'V Jornada de la Demencia en Atención Primaria. Diagnóstico precoz y rapidez de actuación', organizado por la Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria (Camfic) y Germanes Hospitales.
 
En esta línea, añadió que su labor es diagnosticar lo más precozmente posible, derivar a los pacientes en caso de que sea necesario al neurólogo, al geriatra o al psiquiatra y acompañar tanto al paciente como al cuidador en un proceso "que suele ser muy largo, de al menos de diez o 15 años".
 
Pablo Martínez-Lage, neurólogo del Centro de Investigación y Terapias Avanzadas (CITA) Alzheimer, por su parte, señaló que, según datos epidemiológicos, el infradiagnóstico de las demencias es del 50 por ciento y aumenta en el caso de las demencias leves, ya que el 90 por ciento de los pacientes no tienen un diagnóstico. En esta línea, agregó que varios estudios demuestran que la mitad de las demencias se diagnostican en fase moderada.
 
Esto obedece a varios motivos, por un lado, al hecho de que los pacientes vayan al médico tarde, puesto que suelen acudir cuando llevan entre dos años y dos y medio con síntomas, por lo que hay una labor pendiente de informar y educar sanitariamente a la población para que sepan reconocer los síntomas.

 Aparte, hay otras razones que están dentro de los propios sistemas de salud. Primero está el hecho de que los médicos no están del todo vigilantes ante los primeros síntomas de Enfermedad de Alzheimer, que tienden a identificar con fenómenos propios del envejecimiento.

 La falta de herramientas diagnósticas por parte de los médicos es otro de los problemas. Y es que la primera de ellas es el tiempo de consulta, dado que en los estadios iniciales la detección no se basa en pruebas, sino en la historia clínica y la evaluación cognitiva. "Cuando los médicos de AP solo tienen cinco o diez minutos para ver a un paciente, ese tiempo no da ni para empezar a hacer la historia de síntomas cognitivos", subrayó Martínez-Lage para añadir que para evaluar correctamente a estos pacientes se requiere de más de una hora, lo que puede ocasionar que hasta que la demencia no es muy evidente, no se haga. Además, son necesarias las pruebas de escalas cognitivas y las complementarias.

 En el caso de las pruebas cognitivas "se da un fenómeno muy curioso", ya que médicos de AP y especializada prácticamente utilizan las mismas, por lo que se produce una duplicidad. Asimismo, el test que se suele utilizar, el Mini-Mental, "no es del todo adecuado" para detectar demencia leve "y mucho menos para detectar déficit cognitivo predemencia", por lo que es necesario cambiar estas herramientas.

 En cuanto a las complementarias, debe facilitarse el acceso a las pruebas tanto de neuroimagen como de biomarcadores químicos que se aplican en los casos dudosos o leves. En estas ocasiones, las pruebas de neuroimagen como la resonancia o los PET de metabolismo o de glucosa pueden ser de utilidad. Más útiles aún son las pruebas que aportan datos sobre la biología del alzhéimer, como el test de amiloide y la punción lumbar. A su juicio, estas herramientas, que han salido ya del terreno de la investigación, deberían estar disponibles para los médicos a través del establecimiento de laboratorios de referencia para el análisis de líquido encefalorraquídeo.

 Finalmente, apuntó a un último motivo: que hay muchos médicos que opinan que como la enfermedad no tiene cura, para qué se va a diagnosticar pronto. Sin embargo, consideró que ese argumento se rebate muy fácilmente , dado que los datos de los ensayos clínicos muestran que hay cuatro fármacos que han demostrado eficacia, aunque "parcial, modesta y transitoria", además de un alimento nutricional que ha salido al mercado en los últimos años y que también ha demostrado que puede mejorar la memoria en personas con alzhéimer en estadio muy leve y, además, el tratamiento de estas enfermedades incluye también terapias no farmacológicas que, cuanto antes se apliquen, mejor.

 Sebastià Riu, miembro del Grupo de Trabajo de Mayores de Camfic, que actuó como moderador en una de las mesas, comentó que durante la misma se abordaron las posibilidades de tratamiento de la enfermedad.

 En el caso de los antipsicóticos típicos y atípicos, sobre todo en los casos de agitación y agresividad, es importante en los primeros momentos descartar la existencia de cualquier otro proceso —dolor, una infección de orina o respiratoria, efectos secundarios de fármacos, una retención fecal— y buscar todas las agitaciones secundarias a trastornos que puedan ser identificadas y tratadas. Asimismo, el hecho de que algunos antipsicóticos atípicos tengan menos efectos secundarios que otros típicos, haría conveniente apostar por ellos.

 

Depresión y demencia

 Respecto a la relación entre depresión y demencia, hay expertos que consideran la depresión como un primer síntoma de la demencia aunque no haya deterioro cognitivo —cuando no tenga antecedentes— y se puede manifestar desde 30 meses antes de diagnosticárseles a algunas personas el alzhéimer.

 En este caso, se trataría al paciente con fármacos antidepresivos, pero se abre el espectro de indicación de estos medicamentos al abordaje de agitaciones, agresividad y trastornos del sueño y del apetito en los pacientes con demencia.

 En cuanto a las terapias no farmacológicas, Regato abogó por una "muy eficaz" que es una intervención multicomponente en la que, por una parte, se actúa con el paciente con estimulación cognitiva, terapia ocupacional, etc. y, por otra parte, con el cuidador dándole información, educación y entrenamiento, algo que consigue retrasar la institucionalización del paciente en al menos un año.

 También trataron la musicoterapia, que está demostrando capacidad de controlar los síntomas conductuales y psicológicos. En pacientes con una demencia avanzada que no tienen lenguaje, la música es capaz de movilizar la parte más afectiva de los pacientes, ya que la memoria musical permanece.

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